13.VIII.08
El exilio
Como te decía hace unos momentos: no puedo escribir con la misma comodidad que antes. Ahora te cuento que ello se debe a que comencé a escribir allá para ti, sabiéndote lectora potencial de cuanta palabra plasmara. Así, era un deleite dedicarte sin mención todos mis escritos extraños y pensar que los leerías tarde o temprano. Escribir allá era dejar el corazón abierto y expuesto para ti que conocías las claves, los tonos, las palabras, y la gente, y que por ello podrías comprender mejor que los demás todo aquello que escribía. Pero se acabó. Nos fuimos de las vidas y en eso está el asunto. No caminamos más juntos, querida Ámbar, pero el foro y la necesidad de escupir todo esto continúan en pie.
La incomodidad radica en que no sirve de nada redactar si uno pone demasiado empeño en eso, lo efectivo es dar rienda suelta a los dedos, a la imaginación y a la memoria y teclear toda la noche tal cual se siente. Al menos es lo que necesito. ¿Cómo dejar mis sentires al aire cuando ni siquiera sé si aun vives?
Tuve que cambiar la estrategia. El nuevo plan consiste en mudarme a un foro nuevo donde nadie (o casi, o al menos tú) me conozca y echarles a ellos mis textos ácidos/dulces/salados, protegido por el anonimato que el trozo de carne me ha dado desde hace un rato. Nadie entenderá nada y quizá yo sea el primero, pero prefiero la incomprensión definitiva a tu comprensión hipotética.
Si lees esto, que no es parte del plan pero que puede pasar, perdona la despedida tan brusca (que ni pareció despedida). Estoy seguro de que entiendes: no podía despedirme porque podrías leerlo y el exilio iba a perder todo sentido. Sabe que te quiero y que te extraño como lo haré siempre, querida, casi jurándote un amor extraño que ya no te desea y que puede verte con cariño y recordarte con ternura. Te mando un abrazo largo y apretado; te deseo suerte en los caminos por donde tus sueños te conduzcan.
Heme entonces aquí, mudado, estrenando recortes.
El exilio
Como te decía hace unos momentos: no puedo escribir con la misma comodidad que antes. Ahora te cuento que ello se debe a que comencé a escribir allá para ti, sabiéndote lectora potencial de cuanta palabra plasmara. Así, era un deleite dedicarte sin mención todos mis escritos extraños y pensar que los leerías tarde o temprano. Escribir allá era dejar el corazón abierto y expuesto para ti que conocías las claves, los tonos, las palabras, y la gente, y que por ello podrías comprender mejor que los demás todo aquello que escribía. Pero se acabó. Nos fuimos de las vidas y en eso está el asunto. No caminamos más juntos, querida Ámbar, pero el foro y la necesidad de escupir todo esto continúan en pie.
La incomodidad radica en que no sirve de nada redactar si uno pone demasiado empeño en eso, lo efectivo es dar rienda suelta a los dedos, a la imaginación y a la memoria y teclear toda la noche tal cual se siente. Al menos es lo que necesito. ¿Cómo dejar mis sentires al aire cuando ni siquiera sé si aun vives?
Tuve que cambiar la estrategia. El nuevo plan consiste en mudarme a un foro nuevo donde nadie (o casi, o al menos tú) me conozca y echarles a ellos mis textos ácidos/dulces/salados, protegido por el anonimato que el trozo de carne me ha dado desde hace un rato. Nadie entenderá nada y quizá yo sea el primero, pero prefiero la incomprensión definitiva a tu comprensión hipotética.
Si lees esto, que no es parte del plan pero que puede pasar, perdona la despedida tan brusca (que ni pareció despedida). Estoy seguro de que entiendes: no podía despedirme porque podrías leerlo y el exilio iba a perder todo sentido. Sabe que te quiero y que te extraño como lo haré siempre, querida, casi jurándote un amor extraño que ya no te desea y que puede verte con cariño y recordarte con ternura. Te mando un abrazo largo y apretado; te deseo suerte en los caminos por donde tus sueños te conduzcan.
Heme entonces aquí, mudado, estrenando recortes.
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