Re: Soy Cátolico y estoy contra el aborto pero...
De esta documentación surgen algunas gestiones del Papa promoviendo la emigración hebrea a Brasil mientras era permitida, para que se concedieran 3.000 visas de las cuales se dieron sólo mil. Lo mismo se intentó con Ecuador y Argentina. Con España se consiguió que los hebreos de antepasados españoles fueran recibidos y que dieran libre tránsito a otros que viajaban a América. En Portugal la Santa Sede entregó importantes sumas para pagar pasajes de emigrantes hebreos. En el sur de Francia, ocupada por Italia, se creó, con la vista gorda de las autoridades, por parte del P. Benoit-Marie, capuchino, una organización destinada a procurarles pasaportes falsos a los hebreos, labor que se extendió luego a Italia. También se dieron cargos académicos en el Vaticano a profesores judíos expulsados de sus cátedras en Italia.
Sostienen los defensores de Pío XII que también realizó gestiones para que Gran Bretaña y los Estados Unidos disminuyeran las restricciones a la inmigración de judíos (23/3/1943) y que en Italia (durante la ocupación alemana en 1943) entre 4.000 y 7.000 judíos son ocultados y mantenidos en 180 lugares diferentes de la ciudad del Vaticano, en Castel Gandolfo y en el resto de Italia, incluyendo parroquias, oficinas administrativas, casas particulares, hospitales y conventos, a los que se les eximió del deber de clausura. De 50.000 judíos que había en Italia en 1939, a los que se sumaron unos 16.000 refugiados de otros países, muchos de ellos emigraron y sólo unos 4.500 fueron capturados por la Gestapo. Así, al final de la guerra, en Italia quedaron 46.000 hebreos.
Relatan también el episodio en que los ocupantes alemanes pidieron a los judíos de Roma 50 kg de oro a ser entregado en 24 horas, para evitar la deportación. Pío XII personalmente ofreció completar lo que faltase usando los vasos sagrados del Vaticano. Esto movió a los judíos de Roma a comunicarle a la Secretaría de Estado (10-VI-1944) que querían realizar una manifestación de agradecimiento al Papa, la que incluiría un regalo y, además, colocar en la Sinagoga una lápida en honor del Santo Padre, siempre que fuera compatible con las reglas litúrgicas hebreas. En la sala número diez del museo de la liberación de Roma, en la Via Tasso, hay una placa puesta en una pared en la que está escrito:
"El congreso de los delegados de las comunidades israelitas italianas, celebrado en Roma por primera vez después de la liberación, siente el imperioso deber de dirigir un homenaje reverente a Vuestra Santidad, y expresar un profundo sentimiento de gratitud que anima a todos los judíos, por las pruebas de fraternidad humana suministradas por la Iglesia durante los años de las persecuciones y cuando su vida fue puesta en peligro por la barbarie nazi. En muchas ocasiones hubo sacerdotes que acabaron en la cárcel o en los campos de concentración, inmolaron su vida por asistir a los judíos en todo lo posible."
El historiador israelí Pinchas Lapida sostiene que gracias a las acciones de Pío XII, fue posible salvar la vida, directa o indirectamente, de más de 850.000 judíos y también que la Santa Sede había hecho más por ayudarlos que cualquier otra organización occidental, incluida la Cruz Roja.
Una de sus principales encíclicas, la HUMANI GENERIS, demuestra la incompatibilidad del inmanentismo, del idealismo, del materialismo histórico y dialéctico y del existencialismo con el dogma católico, rechaza firmemente el evolucionismo (respecto del origen del alma humana), el poligenismo, la libre interpretación de las Sagradas Escrituras a la vez que recuerda el lugar privilegiado del tomismo.
Peter Gumpel reveló también una carta del científico judío alemán -radicado en los Estados Unidos- Albert Einstein en la que elogió a Pío XII por su defensa de los judíos. «En una declaración del 23 de diciembre de 1940 tras poner su esperanza en la resistencia al nazismo, primero en las universidades y luego en la prensa libre alemana, Einstein admitió que la única organización que tuvo el coraje de ponerse contra Hitler fue la Iglesia Católica. y de un desinterés despreciativo pasó a una admiración incondicional y sin reservas».
Durante el conflicto, Roma permaneció estrictamente neutral e imparcial. Llamó incesantemente a la paz duradera en base a la ley natural.
Si bien ninguno de sus esfuerzos pacificadores logró evitar la guerra, el Papa Pío XII logró salvar a Roma —durante la ocupación alemana— de la destrucción. Asimismo, gracias a sus decididos esfuerzos, muchos —sean quienes fueran— pudieron hallar refugio en el minúsculo Estado Papal del Vaticano. A lo largo de la guerra, una comisión pontificia desarrolló un vasto programa de ayuda para las víctimas, especialmente para los prisioneros de guerra.
Después de la guerra, organizaciones y personalidades judías reconocieron varias veces oficialmente la sabiduría de la diplomacia del Papa Pío XII.
El Congreso Judío Mundial agradeció en 1945 la intervención del Papa, con un generoso donativo al Vaticano.
En el mismo año, el gran rabino de Jerusalén, Isaac Herzog, envió a Pío XII una bendición especial «por sus esfuerzos para salvar vidas judías durante la ocupación nazi de Italia».
Israel Zolli, gran rabino de Roma, quién como nadie pudo apreciar los esfuerzos caritativos del Papa por los judíos, al terminar la guerra se hizo católico y tomó en el bautismo el nombre de pila del Papa, Eugenio, en señal de gratitud. El escribió un libro sobre su conversión ofreciendo numerosos testimonios sobre la actuación de Pío XII.
El jueves 7 de septiembre de 1945 Giuseppe Nathan, comisario de la Unión de Comunidades Judías Italianas, declaró: «Ante todo, dirigimos un reverente homenaje de gratitud al Sumo Pontífice y a los religiosos y religiosas que, siguiendo las directrices del Santo Padre, vieron en los perseguidos a hermanos, y con valentía y abnegación nos prestaron su ayuda, inteligente y concreta, sin preocuparse por los gravísimos peligros a los que se exponían» (L'Osservatore Romano, 8 de septiembre de 1945, p. 2).
El 21 de septiembre del mismo año, Pío XII recibió en audiencia al Doctor A. Leo Kubowitzki, secretario general del Congreso judío internacional, que acudió para presentar «al Santo Padre, en nombre de la Unión de las Comunidades Judías, su más viva gratitud por los esfuerzos de la Iglesia católica en favor de la población judía en toda Europa durante la guerra» (L'Osservatore Romano, 23 de septiembre de 1945, p. 1).
En 1958, al morir el Papa Pío XII, Golda Meir (Ministro de Asuntos Exteriores de Israel) envió un elocuente mensaje: «Compartimos el dolor de la humanidad (...). Cuando el terrible martirio se abatió sobre nuestro pueblo, la voz del Papa se elevó en favor de sus víctimas. La vida de nuestro tiempo se enriqueció con una voz que habló claramente sobre las grandes verdades morales por encima del tumulto del conflicto diario. Lloramos la muerte de un gran servidor de la paz».
El sacerdote Blet, encargado de la recopilación de once volúmenes de documentos ya mencionada, hace la siguiente constatación: “Hasta antes de 1963 todos los protagonistas de aquel período, en especial, los exponentes de la comunidad judía, reconocieron la labor realizada por Pío XII en favor del pueblo judío. Declaraban que el «silencio» del Papa se debía a su conocimiento del nazismo (había sido nuncio en Alemania y recibía constantes informes de las nunciaturas de los países europeos): hablar contra las purgas de Hitler hubiera supuesto provocar la ira del Führer y condenar instantáneamente a muerte a todo aquel que tuviera sangre hebrea.”
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De esta documentación surgen algunas gestiones del Papa promoviendo la emigración hebrea a Brasil mientras era permitida, para que se concedieran 3.000 visas de las cuales se dieron sólo mil. Lo mismo se intentó con Ecuador y Argentina. Con España se consiguió que los hebreos de antepasados españoles fueran recibidos y que dieran libre tránsito a otros que viajaban a América. En Portugal la Santa Sede entregó importantes sumas para pagar pasajes de emigrantes hebreos. En el sur de Francia, ocupada por Italia, se creó, con la vista gorda de las autoridades, por parte del P. Benoit-Marie, capuchino, una organización destinada a procurarles pasaportes falsos a los hebreos, labor que se extendió luego a Italia. También se dieron cargos académicos en el Vaticano a profesores judíos expulsados de sus cátedras en Italia.
Sostienen los defensores de Pío XII que también realizó gestiones para que Gran Bretaña y los Estados Unidos disminuyeran las restricciones a la inmigración de judíos (23/3/1943) y que en Italia (durante la ocupación alemana en 1943) entre 4.000 y 7.000 judíos son ocultados y mantenidos en 180 lugares diferentes de la ciudad del Vaticano, en Castel Gandolfo y en el resto de Italia, incluyendo parroquias, oficinas administrativas, casas particulares, hospitales y conventos, a los que se les eximió del deber de clausura. De 50.000 judíos que había en Italia en 1939, a los que se sumaron unos 16.000 refugiados de otros países, muchos de ellos emigraron y sólo unos 4.500 fueron capturados por la Gestapo. Así, al final de la guerra, en Italia quedaron 46.000 hebreos.
Relatan también el episodio en que los ocupantes alemanes pidieron a los judíos de Roma 50 kg de oro a ser entregado en 24 horas, para evitar la deportación. Pío XII personalmente ofreció completar lo que faltase usando los vasos sagrados del Vaticano. Esto movió a los judíos de Roma a comunicarle a la Secretaría de Estado (10-VI-1944) que querían realizar una manifestación de agradecimiento al Papa, la que incluiría un regalo y, además, colocar en la Sinagoga una lápida en honor del Santo Padre, siempre que fuera compatible con las reglas litúrgicas hebreas. En la sala número diez del museo de la liberación de Roma, en la Via Tasso, hay una placa puesta en una pared en la que está escrito:
"El congreso de los delegados de las comunidades israelitas italianas, celebrado en Roma por primera vez después de la liberación, siente el imperioso deber de dirigir un homenaje reverente a Vuestra Santidad, y expresar un profundo sentimiento de gratitud que anima a todos los judíos, por las pruebas de fraternidad humana suministradas por la Iglesia durante los años de las persecuciones y cuando su vida fue puesta en peligro por la barbarie nazi. En muchas ocasiones hubo sacerdotes que acabaron en la cárcel o en los campos de concentración, inmolaron su vida por asistir a los judíos en todo lo posible."
El historiador israelí Pinchas Lapida sostiene que gracias a las acciones de Pío XII, fue posible salvar la vida, directa o indirectamente, de más de 850.000 judíos y también que la Santa Sede había hecho más por ayudarlos que cualquier otra organización occidental, incluida la Cruz Roja.
Una de sus principales encíclicas, la HUMANI GENERIS, demuestra la incompatibilidad del inmanentismo, del idealismo, del materialismo histórico y dialéctico y del existencialismo con el dogma católico, rechaza firmemente el evolucionismo (respecto del origen del alma humana), el poligenismo, la libre interpretación de las Sagradas Escrituras a la vez que recuerda el lugar privilegiado del tomismo.
Peter Gumpel reveló también una carta del científico judío alemán -radicado en los Estados Unidos- Albert Einstein en la que elogió a Pío XII por su defensa de los judíos. «En una declaración del 23 de diciembre de 1940 tras poner su esperanza en la resistencia al nazismo, primero en las universidades y luego en la prensa libre alemana, Einstein admitió que la única organización que tuvo el coraje de ponerse contra Hitler fue la Iglesia Católica. y de un desinterés despreciativo pasó a una admiración incondicional y sin reservas».
Durante el conflicto, Roma permaneció estrictamente neutral e imparcial. Llamó incesantemente a la paz duradera en base a la ley natural.
Si bien ninguno de sus esfuerzos pacificadores logró evitar la guerra, el Papa Pío XII logró salvar a Roma —durante la ocupación alemana— de la destrucción. Asimismo, gracias a sus decididos esfuerzos, muchos —sean quienes fueran— pudieron hallar refugio en el minúsculo Estado Papal del Vaticano. A lo largo de la guerra, una comisión pontificia desarrolló un vasto programa de ayuda para las víctimas, especialmente para los prisioneros de guerra.
Después de la guerra, organizaciones y personalidades judías reconocieron varias veces oficialmente la sabiduría de la diplomacia del Papa Pío XII.
El Congreso Judío Mundial agradeció en 1945 la intervención del Papa, con un generoso donativo al Vaticano.
En el mismo año, el gran rabino de Jerusalén, Isaac Herzog, envió a Pío XII una bendición especial «por sus esfuerzos para salvar vidas judías durante la ocupación nazi de Italia».
Israel Zolli, gran rabino de Roma, quién como nadie pudo apreciar los esfuerzos caritativos del Papa por los judíos, al terminar la guerra se hizo católico y tomó en el bautismo el nombre de pila del Papa, Eugenio, en señal de gratitud. El escribió un libro sobre su conversión ofreciendo numerosos testimonios sobre la actuación de Pío XII.
El jueves 7 de septiembre de 1945 Giuseppe Nathan, comisario de la Unión de Comunidades Judías Italianas, declaró: «Ante todo, dirigimos un reverente homenaje de gratitud al Sumo Pontífice y a los religiosos y religiosas que, siguiendo las directrices del Santo Padre, vieron en los perseguidos a hermanos, y con valentía y abnegación nos prestaron su ayuda, inteligente y concreta, sin preocuparse por los gravísimos peligros a los que se exponían» (L'Osservatore Romano, 8 de septiembre de 1945, p. 2).
El 21 de septiembre del mismo año, Pío XII recibió en audiencia al Doctor A. Leo Kubowitzki, secretario general del Congreso judío internacional, que acudió para presentar «al Santo Padre, en nombre de la Unión de las Comunidades Judías, su más viva gratitud por los esfuerzos de la Iglesia católica en favor de la población judía en toda Europa durante la guerra» (L'Osservatore Romano, 23 de septiembre de 1945, p. 1).
En 1958, al morir el Papa Pío XII, Golda Meir (Ministro de Asuntos Exteriores de Israel) envió un elocuente mensaje: «Compartimos el dolor de la humanidad (...). Cuando el terrible martirio se abatió sobre nuestro pueblo, la voz del Papa se elevó en favor de sus víctimas. La vida de nuestro tiempo se enriqueció con una voz que habló claramente sobre las grandes verdades morales por encima del tumulto del conflicto diario. Lloramos la muerte de un gran servidor de la paz».
El sacerdote Blet, encargado de la recopilación de once volúmenes de documentos ya mencionada, hace la siguiente constatación: “Hasta antes de 1963 todos los protagonistas de aquel período, en especial, los exponentes de la comunidad judía, reconocieron la labor realizada por Pío XII en favor del pueblo judío. Declaraban que el «silencio» del Papa se debía a su conocimiento del nazismo (había sido nuncio en Alemania y recibía constantes informes de las nunciaturas de los países europeos): hablar contra las purgas de Hitler hubiera supuesto provocar la ira del Führer y condenar instantáneamente a muerte a todo aquel que tuviera sangre hebrea.”
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