Estas si que son historias de terror, de una promesa de mas miseria y mas alla de las presentes generaciones de cubanos ¡¡¡50 años mas de "revolucion"!!!, y lo peor, sin una miserable mejora de lo que fue una vida de traspatio gringo a una soberania e idependencia llena de miseria y hambre...
¿Como ha sido posible que los cubanos hayan soportado medio siglo de mentiras??? ¿como es posible que sean tan estupidos los cubanos como para no darse cuenta del miserable engaño en que los tiene sometidos el satrapa fidel castro??? ¿como es posible que exista alguien en el planeta que se crea la mentira de que el demoniaco bloqueo economico de los gringos sea el causante del fracaso de la mentada "revolucion" castrista y de la miseria y ruina cubana??? ¿para cambiar las condiciones cubanas es necesaria otra revolucion??? tal vez si, pero lo primero seria que los cubanos descubran que tienen cerebro y despues que aprenadan a usarlo para dejar de estar lambiendole las patas a un engañabobos que esta a punto de morir y dejarlos sumidos en un engaño fenomenal...
¿La pura realidad otros 50 años mas de miseria??? y aqui los "izquierdosos" se ahogan con un sexenio, como se ve que son unos viles demagogos y engañabobos...
¿Como ha sido posible que los cubanos hayan soportado medio siglo de mentiras??? ¿como es posible que sean tan estupidos los cubanos como para no darse cuenta del miserable engaño en que los tiene sometidos el satrapa fidel castro??? ¿como es posible que exista alguien en el planeta que se crea la mentira de que el demoniaco bloqueo economico de los gringos sea el causante del fracaso de la mentada "revolucion" castrista y de la miseria y ruina cubana??? ¿para cambiar las condiciones cubanas es necesaria otra revolucion??? tal vez si, pero lo primero seria que los cubanos descubran que tienen cerebro y despues que aprenadan a usarlo para dejar de estar lambiendole las patas a un engañabobos que esta a punto de morir y dejarlos sumidos en un engaño fenomenal...
Cuba es un país con doble fondo, lleno de verdades a medias, de paradojas, de apariencias, de luces y sombras. Es así por necesidad, por sobrevivencia, por historia. Y así está cumpliendo en estos días 50 años de revolución castrista. De hecho, sólo así podía llegar a celebrar este cumpleaños.
Muchas imágenes ilustran esta doble mirada. “La Revolución Cubana ha tenido como norma inapelable la lucha contra el tiempo”, dice el escritor Norberto Fuentes en un texto que publicó hace unos días el diario español ABC, en una edición especial a propósito del cincuentenario de la gesta cubana. Fuentes, tan cerca de Fidel y sus hombres en el gobierno, que estuvo en Angola con los internacionalistas cubanos, que cumplió misiones oficiales secretas, hurga ahora en las entretelas de la intimidad de la Revolución en las páginas de un diario derechista que no deja de lamentar la partida de Francisco Franco. “Las revoluciones, ya lo sabemos, tienen la potestad de los virajes más sorprendentes”, observa ahí, y con razón.
Siempre recuerdo a Fuentes con su cara de niño feliz mostrándome en su departamento en La Habana montones de fotografías en blanco y negro: aviones de combate, helicópteros, metralletas, cañones, uniformes militares, camuflajes, él mismo en la guerra cubana internacionalista.
Recuerdo también su expresión de festivo enojo mientras me relataba, años después, en su oscura habitación en el hotel María Isabel de la Ciudad de México, cómo había sido el primer balsero capturado mientras regresaba a Cuba, con el motor de su lanchón averiado. Recuerdo igualmente el instante preciso en que le concedieron asilo político en Estados Unidos a través de una llamada telefónica que esperaba con las manos frías y sudorosas.
Norberto tenía una vida en Cuba y tuvo que salir de ahí para vivir en Miami otra que le gusta menos, al lado de casi un millón de cubanos que lamentan todos los días su suerte.
“Ahora que Fidel agoniza o se aguanta como puede con apenas un tramito de pocas pulgadas de intestino tiene que ver con ciertas sospechas el resultado de su obra”, reflexiona Fuentes. Y tiene razón otra vez.
Fidel también tenía una vida y la cambió por otra. Como el Che, como Camilo Cienfuegos, como todos los que estuvieron en la Sierra Maestra, como todos los cubanos que festejaron cada año desde hace 50 la recuperación de su patria, de su independencia, de su dignidad. Fidel les cambió la vida a todo los cubanos, a la isla entera, que es ahora, 50 años después, otra y la misma de manera simultánea.
Medio siglo no parece mucho tiempo en el andar de la Historia, pero quienes han vivido día a día la construcción de la nueva vida cubana sobre los cimientos de la vieja existencia han contado cada minuto de esos 50 años y han padecido cada una de sus consecuencias. Hoy, en medio de esos sufrimientos y carencias, la Revolución Cubana ya no es un fenómeno transitorio. Haría falta otra revolución para cambiar las nuevas estructuras. Y el riesgo de esa revolución en la revolución nunca pasó desapercibido para nadie, mucho menos para Fidel.
Al apartarse del escenario político, Castro ha contribuido a poner fin simbólicamente a esa etapa de construcción. Cuba ya no es un país en revolución. En el verano de 2007, Fuentes me echó por delante una cita de Hegel cuando hablábamos sobre el futuro de su país: “las páginas de felicidad de los pueblos son las páginas en blanco de la Historia”. Se refería entonces el autor de Hemingway en Cuba a Raúl, el hermano de Fidel. “Es el sucesor, es su viejo sueño”, decía entonces: “Sólo que Raúl no está tocado por los dioses. Digamos que es el sueño de los cubanos de Miami, es el tipo de los negocios”.
A sus 77 años, sin Fidel a la vista en ninguno de los discretos actos celebratorios por el cincuentenario de la Revolución que encabezó, Raúl aprovechó el festejo para comenzar la despedida de los cuadros que han dirigido los destinos del país. Y es que si a alguien le pesan los 50 años transcurridos es a ellos. Todos sobrepasan con mucho los 70 años de edad. Dejó ver entonces que esa vieja dirigencia no duerme tranquila, atormentada acaso por las dudas, los presentimientos, los miedos. Habló del riesgo real de que el proyecto socialista cubano se autodestruya y, al mismo tiempo, puso a flotar en el aire una suerte de incertidumbre sobre el futuro de Cuba bajo el mando de los nuevos dirigentes.
Está claro que nadie tiene en sus manos las riendas del carro de la historia, de manera que el futuro inmediato de los cubanos sigue siendo incierto, aunque esa zozobra es ya estructural en la medida en que forma parte desde hace 50 años de su vida cotidiana. Pero el ánimo que dejó sembrado Raúl tiene mucho de sobrecogedor. Ya se supo qué iba a pasar después de Fidel, pero ¿y después de Raúl?
Tal vez la falla más grave de la dirigencia cubana en todos estos años es no haberse concentrado lo suficiente en la formación de nuevos cuadros confiables del todo, capaces de conducir al país sin riesgos hacia el mañana prometido. No hay nadie ahora a quien Raúl le pueda entregar la Cuba revolucionaria con toda tranquilidad. Mientras se encamina rumbo al cementerio de elefantes, el hermano de Fidel ha dicho que es la dirección histórica de la Revolución la responsable de prepara a las nuevas generaciones “para asumir la enorme responsabilidad de continuar adelante”. Aunque parece que en realidad es muy tarde para eso. Y por si alguien pensaba que la felicidad estaba al alcance de la mano, aclaró también que se avecinan tiempos duros. “No nos hagamos ilusiones, debemos prepararnos para otros 50 años de lucha; lo digo no para asustar a nadie, es la pura realidad”.
De cualquier modo, en Cuba ya nadie se asusta con nada, mucho menos con la realidad, que se soporta como sea. Pero el tiempo sí que impone miedo.
Muchas imágenes ilustran esta doble mirada. “La Revolución Cubana ha tenido como norma inapelable la lucha contra el tiempo”, dice el escritor Norberto Fuentes en un texto que publicó hace unos días el diario español ABC, en una edición especial a propósito del cincuentenario de la gesta cubana. Fuentes, tan cerca de Fidel y sus hombres en el gobierno, que estuvo en Angola con los internacionalistas cubanos, que cumplió misiones oficiales secretas, hurga ahora en las entretelas de la intimidad de la Revolución en las páginas de un diario derechista que no deja de lamentar la partida de Francisco Franco. “Las revoluciones, ya lo sabemos, tienen la potestad de los virajes más sorprendentes”, observa ahí, y con razón.
Siempre recuerdo a Fuentes con su cara de niño feliz mostrándome en su departamento en La Habana montones de fotografías en blanco y negro: aviones de combate, helicópteros, metralletas, cañones, uniformes militares, camuflajes, él mismo en la guerra cubana internacionalista.
Recuerdo también su expresión de festivo enojo mientras me relataba, años después, en su oscura habitación en el hotel María Isabel de la Ciudad de México, cómo había sido el primer balsero capturado mientras regresaba a Cuba, con el motor de su lanchón averiado. Recuerdo igualmente el instante preciso en que le concedieron asilo político en Estados Unidos a través de una llamada telefónica que esperaba con las manos frías y sudorosas.
Norberto tenía una vida en Cuba y tuvo que salir de ahí para vivir en Miami otra que le gusta menos, al lado de casi un millón de cubanos que lamentan todos los días su suerte.
“Ahora que Fidel agoniza o se aguanta como puede con apenas un tramito de pocas pulgadas de intestino tiene que ver con ciertas sospechas el resultado de su obra”, reflexiona Fuentes. Y tiene razón otra vez.
Fidel también tenía una vida y la cambió por otra. Como el Che, como Camilo Cienfuegos, como todos los que estuvieron en la Sierra Maestra, como todos los cubanos que festejaron cada año desde hace 50 la recuperación de su patria, de su independencia, de su dignidad. Fidel les cambió la vida a todo los cubanos, a la isla entera, que es ahora, 50 años después, otra y la misma de manera simultánea.
Medio siglo no parece mucho tiempo en el andar de la Historia, pero quienes han vivido día a día la construcción de la nueva vida cubana sobre los cimientos de la vieja existencia han contado cada minuto de esos 50 años y han padecido cada una de sus consecuencias. Hoy, en medio de esos sufrimientos y carencias, la Revolución Cubana ya no es un fenómeno transitorio. Haría falta otra revolución para cambiar las nuevas estructuras. Y el riesgo de esa revolución en la revolución nunca pasó desapercibido para nadie, mucho menos para Fidel.
Al apartarse del escenario político, Castro ha contribuido a poner fin simbólicamente a esa etapa de construcción. Cuba ya no es un país en revolución. En el verano de 2007, Fuentes me echó por delante una cita de Hegel cuando hablábamos sobre el futuro de su país: “las páginas de felicidad de los pueblos son las páginas en blanco de la Historia”. Se refería entonces el autor de Hemingway en Cuba a Raúl, el hermano de Fidel. “Es el sucesor, es su viejo sueño”, decía entonces: “Sólo que Raúl no está tocado por los dioses. Digamos que es el sueño de los cubanos de Miami, es el tipo de los negocios”.
A sus 77 años, sin Fidel a la vista en ninguno de los discretos actos celebratorios por el cincuentenario de la Revolución que encabezó, Raúl aprovechó el festejo para comenzar la despedida de los cuadros que han dirigido los destinos del país. Y es que si a alguien le pesan los 50 años transcurridos es a ellos. Todos sobrepasan con mucho los 70 años de edad. Dejó ver entonces que esa vieja dirigencia no duerme tranquila, atormentada acaso por las dudas, los presentimientos, los miedos. Habló del riesgo real de que el proyecto socialista cubano se autodestruya y, al mismo tiempo, puso a flotar en el aire una suerte de incertidumbre sobre el futuro de Cuba bajo el mando de los nuevos dirigentes.
Está claro que nadie tiene en sus manos las riendas del carro de la historia, de manera que el futuro inmediato de los cubanos sigue siendo incierto, aunque esa zozobra es ya estructural en la medida en que forma parte desde hace 50 años de su vida cotidiana. Pero el ánimo que dejó sembrado Raúl tiene mucho de sobrecogedor. Ya se supo qué iba a pasar después de Fidel, pero ¿y después de Raúl?
Tal vez la falla más grave de la dirigencia cubana en todos estos años es no haberse concentrado lo suficiente en la formación de nuevos cuadros confiables del todo, capaces de conducir al país sin riesgos hacia el mañana prometido. No hay nadie ahora a quien Raúl le pueda entregar la Cuba revolucionaria con toda tranquilidad. Mientras se encamina rumbo al cementerio de elefantes, el hermano de Fidel ha dicho que es la dirección histórica de la Revolución la responsable de prepara a las nuevas generaciones “para asumir la enorme responsabilidad de continuar adelante”. Aunque parece que en realidad es muy tarde para eso. Y por si alguien pensaba que la felicidad estaba al alcance de la mano, aclaró también que se avecinan tiempos duros. “No nos hagamos ilusiones, debemos prepararnos para otros 50 años de lucha; lo digo no para asustar a nadie, es la pura realidad”.
De cualquier modo, en Cuba ya nadie se asusta con nada, mucho menos con la realidad, que se soporta como sea. Pero el tiempo sí que impone miedo.
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