Itinerario Político Ricardo Alemán 28 de febrero de 2008 |
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El mito de la “privatización” se congeló en un reducido grupo radical del PRD Es probable que la iniciativa se dé a conocer en el próximo aniversario de la expropiación petrolera Contra lo que muchos suponen, la reforma energética que anunció el gobierno de Felipe Calderón está más viva que nunca. El problema y la discusión a futuro no serán si habrá o no reforma energética, sino que el debate estará en el tipo de reforma que se pudiera conseguir; si la enmienda será del alcance que muchos suponen, si cumplirá los requerimientos del país o, de plano, si terminará en un mero “brochazo” o una “manita de gato” para “taparle el ojo al macho”. Por lo pronto, lo que vemos en la superficie de la batalla por las industrias del petróleo y la energía eléctrica no es más que una disputa por el éxito del debate mediático, que según algunos conocedores ya muestra a un ganador momentáneo, el gobierno de Felipe Calderón, ya que los estrategas de la casa presidencial lograron lo que parecía imposible: restarle casi toda la credibilidad al grito de guerra de los amarillos, que recio y quedito pregonaba la “privatización de Pemex”. Hoy ese eslogan de campaña —que hace no muchas semanas aún era de notable eficacia— quedó reducido a su expresión menos efectiva; a la de una mera ocurrencia de campaña electorera intramuros de los amarillos, en tanto que el debate serio, de fondo, ese que pudiera aportar elementos de análisis para las grandes mayorías, prácticamente desapareció. Ocurrió lo que algunos conocedores de mercadotecnia conocen como la “saturación por ruido”, que hace que los ciudadanos cancelen su percepción sobre un asunto que saturó su espectro de atención. De esa manera, y por curioso que parezca, el mito de la llamada “privatización de Pemex” se congeló en un reducido grupo de seguidores de lo más radical del PRD —los que de manera legítima siguen y seguirán con su activismo—, en tanto que la parte moderada de ese partido se fue al otro extremo e incluso se pronunció por la urgencia de un cambio en las reglas del juego del sector energético en general y, de manera especial, del tema petrolero. Por eso muy pronto veremos un cambio de estrategia en el gobierno de Calderón, sobre todo luego de que resultaron gananciosos de un importante punto los operadores de esa peculiar alianza entre los azules y los tricolores —con la aprobación de la reforma judicial—, triunfo que según los operadores de Los Pinos muestra al gobierno de Calderón no sólo como un equipo exitoso, sino con una “campaña perfecta”. Es decir, que si se pudiera hablar en términos deportivos, el gobierno de Calderón ha ganado 100 de 100. ¿A qué nos referimos? Muy fácil, que si hace 15 meses muchos suponían que por el severo déficit de legitimidad del gobierno de Calderón no sería posible que alcanzara importantes reformas, hoy las sorpresas desaparecieron y en su lugar son muchos los sorprendidos, pero por la cadena de éxitos legislativos —que en efecto son del Congreso— que dan lustre al gobierno de Calderón. Propuso las reformas al ISSSTE, la fiscal, la electoral y ahora la de justicia, y todas han sido aprobadas. Frente a esos números perfectos, la pregunta es obligada: ¿por qué no aprobar la reforma energética? En efecto, las peleas internas del PRD por la renovación de su dirigencia nacional, que de manera errónea se enmascararon con el grito de campaña que fue muy exitoso en su momento, el de “no a la privatización de Pemex”, arrastró a los amarillos a un territorio que benefició sobre todo al gobierno de Calderón: al de la necesidad o no de hacer reformas en materia energética y, en el extremo, de reformar o no Pemex. Si era muy efectivo el eslogan de “no a la privatización de Pemex”, resultó más penetrante el de “sí a un cambio en Pemex”. Resulta que la disputa de los perredistas se resumió en el dilema de reformar o no Pemex. La gran mayoría estuvo de acuerdo en dichas reformas, pero sin cambios constitucionales que pudieran significar la privatización. Y una vez dado ese paso, el siguiente era casi natural: la aceptación del diálogo, la negociación y el debate en torno de esa reforma. Hoy los perredistas de casi todas las tendencias tienen claro que sería suicida alejarse del diálogo, la discusión y el acuerdo con el PAN y el PRI en materia energética. Y los que se niegan a esa posibilidad son vistos por los propios amarillos como los grupos de la extrema izquierda, tan extremos que casi son parientes de la derecha. De la derecha extrema, claro. Y es que en política, como en las leyes físicas, los polos opuestos se atraen. Pero ya en ese escenario, obliga otra pregunta. ¿Qué tipo de reforma viene, y para cuándo podemos esperarla? Están en juego dos factores que serán clave. Uno, la elección de la nueva dirigencia del PRD. Si ganan el control de los amarillos Los Chuchos, habrá un tipo de reforma, y si los gananciosos son Alejandro Encinas y sus aliados, habrá otra reforma. Y es probable que sea dada a conocer durante el próximo aniversario de la expropiación petrolera. |
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