Los hermanos que sufrieron maltrato por parte de sus familiares fueron canalizados al Hospital de Tacubaya
Henia Prado y José Nieto
Ciudad de México (27 febrero 2009).-Tiene 6 años pero su cuerpo es de un niño de 4. A su corta edad los golpes y el maltrato han sido su pan de cada día. Se trata de Alfonso, el niño que era encerrado en una cisterna, desnudo y amarrado de pies y manos.
Huérfanos de padre y abandonados por su madre alcohólica, Alfonso y su hermana Azucena, de 4 años, vivieron un calvario en casa de su tía Lorenza Sánchez.
La Policía descubrió que eran quemados con una plancha: ambos tenían quemaduras de segundo grado en glúteos, espalda y estómago. Por si eso fuera poco, los amarraban con sábanas a la cama y los bañaban con agua fría.
Alfonso presentaba un severo golpe en la cabeza y nariz, tenía fracturada una mano y llagas en los pies, al parecer por quemaduras con velas y cerillos.
La boca de Azucena estaba desgarrada debido a las mordazas y su cuerpo estaba lleno de viejas cicatrices.
De acuerdo con la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF), los niños y su hermanita menor, de 2 años de edad, vivían en el Municipio de Jiquipilco, en el Estado de México.
Aparentemente sus padres eran alcohólicos, y cuando el papá murió hace un par de años, la mamá decidió abandonarlos.
Fue entonces que los tres pequeños quedaron bajo el cuidado de su abuelo paterno, hasta que Lorenza Sánchez Maximino, una de sus tías, decidió trasladar a Alfonso y a Azucena a la Ciudad de México, con otros familiares.
Con el pretexto de procurarles una mejor calidad de vida, según consta en la averiguación previa TLP/TLP-2/T3/00331/09-02, la mujer los llevó a vivir en una casa de la Colonia Tlalmille, Tlalpan, que rentaba su hija Yazmín Hernández Sánchez y su esposo Antonio Pérez.
Ocasionalmente eran visitados por Guadalupe Hernández Sánchez y Edith Sánchez Maximino, quienes fueron detenidas con Lorenza y Antonio, mientras que Yazmín logró escapar.
Los pequeños fueron inscritos en la escuela, pues ése era uno de los requisitos que el DIF pedía a los adultos para proporcionarles despensas.
Debido a su desnutrición, Alfonso se dormía en clase y todo el tiempo se mostraba distraído, según la averiguación.
En casa, los maltratos generaban en los niños tal estrés y miedo que se orinaban en la ropa, lo cual aumentaba la ira de sus familiares.
Del maltrato fueron testigos incluso sus amiguitos.
"Andaba buscando a Azucena para jugar, la busqué en la recámara y cuando abrí la vi hincada, sin ropa, tenía un 'tupper' en cada mano y me dijo que la habían castigado", relató la hija menor de Celia, la vecina que denunció el maltrato ante las autoridades.
La noche en que Alfonso fue encontrado por la Policía se encontraba desnudo, mojado y sentado en un patio reducido, amordazado y atado de pies y manos.
"El lunes de esta semana me encontré a Azucena tendiendo su ropita, porque ellos lavaban su ropa como podían, y la vi quemada de su boca y le pregunté que qué le había pasado y me dijo que era pintura, pero después supe que eran las marcas de cuando la tenían amordazada", dijo Celia.
Tras la intervención de los agentes, los pequeños fueron canalizados al Hospital de Tacubaya.
No tengo palabras para describir lo que sentí al conocer esta tristísima historia, estoy llena de ira, de rabia y con ganas de moler a palos a los responsables del dolor que les causaron a estos hermanitos. ¡En qué mundo estamos viviendo!
Henia Prado y José Nieto
Ciudad de México (27 febrero 2009).-
Huérfanos de padre y abandonados por su madre alcohólica, Alfonso y su hermana Azucena, de 4 años, vivieron un calvario en casa de su tía Lorenza Sánchez.
La Policía descubrió que eran quemados con una plancha: ambos tenían quemaduras de segundo grado en glúteos, espalda y estómago. Por si eso fuera poco, los amarraban con sábanas a la cama y los bañaban con agua fría.
Alfonso presentaba un severo golpe en la cabeza y nariz, tenía fracturada una mano y llagas en los pies, al parecer por quemaduras con velas y cerillos.
La boca de Azucena estaba desgarrada debido a las mordazas y su cuerpo estaba lleno de viejas cicatrices.
De acuerdo con la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF), los niños y su hermanita menor, de 2 años de edad, vivían en el Municipio de Jiquipilco, en el Estado de México.
Aparentemente sus padres eran alcohólicos, y cuando el papá murió hace un par de años, la mamá decidió abandonarlos.
Fue entonces que los tres pequeños quedaron bajo el cuidado de su abuelo paterno, hasta que Lorenza Sánchez Maximino, una de sus tías, decidió trasladar a Alfonso y a Azucena a la Ciudad de México, con otros familiares.
Con el pretexto de procurarles una mejor calidad de vida, según consta en la averiguación previa TLP/TLP-2/T3/00331/09-02, la mujer los llevó a vivir en una casa de la Colonia Tlalmille, Tlalpan, que rentaba su hija Yazmín Hernández Sánchez y su esposo Antonio Pérez.
Ocasionalmente eran visitados por Guadalupe Hernández Sánchez y Edith Sánchez Maximino, quienes fueron detenidas con Lorenza y Antonio, mientras que Yazmín logró escapar.
Los pequeños fueron inscritos en la escuela, pues ése era uno de los requisitos que el DIF pedía a los adultos para proporcionarles despensas.
Debido a su desnutrición, Alfonso se dormía en clase y todo el tiempo se mostraba distraído, según la averiguación.
En casa, los maltratos generaban en los niños tal estrés y miedo que se orinaban en la ropa, lo cual aumentaba la ira de sus familiares.
Del maltrato fueron testigos incluso sus amiguitos.
"Andaba buscando a Azucena para jugar, la busqué en la recámara y cuando abrí la vi hincada, sin ropa, tenía un 'tupper' en cada mano y me dijo que la habían castigado", relató la hija menor de Celia, la vecina que denunció el maltrato ante las autoridades.
La noche en que Alfonso fue encontrado por la Policía se encontraba desnudo, mojado y sentado en un patio reducido, amordazado y atado de pies y manos.
"El lunes de esta semana me encontré a Azucena tendiendo su ropita, porque ellos lavaban su ropa como podían, y la vi quemada de su boca y le pregunté que qué le había pasado y me dijo que era pintura, pero después supe que eran las marcas de cuando la tenían amordazada", dijo Celia.
Tras la intervención de los agentes, los pequeños fueron canalizados al Hospital de Tacubaya.
No tengo palabras para describir lo que sentí al conocer esta tristísima historia, estoy llena de ira, de rabia y con ganas de moler a palos a los responsables del dolor que les causaron a estos hermanitos. ¡En qué mundo estamos viviendo!
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