Ganadores...
Por Jaime Sánchez Susarrey
La derrota de Acción Nacional no está en los votos nulos; la economía fue, como en 1997 para Zedillo, uno de los factores para que el electorado sancionara al partido en el gobierno
El PRI arrasó. Con 36.68 por ciento de la votación (8 puntos más que el PAN), cinco de las seis gubernaturas y la victoria en Guadalajara, Zapopan, Tonalá, Cuernavaca, Naucalpan y Tlalnepantla, además de otros municipios, emerge como la primera fuerza política nacional. Su victoria es indiscutible. Sus diputados (alrededor de 240) sumados a los del Partido Verde tendrán la mayoría absoluta en la Cámara baja. Algo que no se veía desde 1994. A ello hay que agregar que ahora gobernará en 19 de las 32 entidades de la Federación.
El otro vencedor, en menor escala pero vencedor real, es Andrés Manuel López Obrador. El Partido del Trabajo y Convergencia, apadrinados por el "rayito de esperanza", obtuvieron respectivamente 3.6 por ciento y 2.4 por ciento de la votación, esto es, un 6 por ciento global. Pero además, impulsó la victoria de "Juanito", el candidato del Partido del Trabajo en Iztapalapa. Le propinó así un severo golpe al PRD de Jesús Ortega y puso contra la pared a Marcelo Ebrard.
La victoria de López Obrador es directamente proporcional a la derrota de la corriente de Jesús Ortega. El PRD cayó por debajo de su nivel histórico (alrededor del 17 por ciento) al obtener sólo el 12.2 por ciento de la votación nacional. Pero no sólo eso. Iztapalapa, la delegación con mayor población y presupuesto del Distrito Federal, era gobernada por la corriente Nueva Izquierda de Jesús Ortega.
Marcelo Ebrard, por su parte, se encuentra ya ante un gran predicamento. La instrucción de López Obrador fue muy clara: había que votar por "Juanito" en contra del PRD y una vez que obtuviera la victoria, como es el caso, debería renunciar a la delegación para que ocupara su puesto Clara Brugada -vinculada a René Bejarano y Dolores Padierna. La nueva delegada deberá ser elegida por la Asamblea Legislativa del Distrito Federal a propuesta del jefe de Gobierno. De ahí el dilema: si Ebrard obedece a López quedará como un pelele y cancelará sus aspiraciones presidenciales. Si no lo hace, se expondrá a una reprimenda y a una embestida de los "bejaranistas".
Lo cierto es que López Obrador ya está de regreso. Logró atravesar el desierto, en el que él mismo se introdujo después de la derrota del 2 de julio, y ya está en pie de guerra. La elección intermedia fue su punto de arranque. Por eso lo vimos en los promocionales y propaganda del Partido del Trabajo. Apostó y ganó. Ahora irá con todo contra Jesús Ortega y Nueva Izquierda. Su objetivo será reducirlos a su mínima expresión para llegar al 2012 con tres fuerzas, el PRD, PT y Convergencia.
La derrota de Acción Nacional es innegable. Las causas son múltiples. El voto nulo no fue una de ellas, ni explica tampoco el regreso del PRI. Bill Clinton acuñó en 1992 la famosa frase: "Es la economía, estúpido". El diagnóstico le permitió derrotar a George Bush padre, que al inicio de la campaña gozaba de una popularidad cercana al 80 por ciento. Ernesto Zedillo y el PRI sufrieron en carne propia la misma experiencia en 1997. La pérdida de la mayoría en la Cámara de Diputados, la victoria de Cárdenas en el Distrito Federal y los triunfos de Acción Nacional en Querétaro y Nuevo León fueron consecuencia de la crisis de 1994-95.
No había ni hay ninguna razón para suponer que la crisis actual no golpearía severamente al partido en el gobierno y al propio presidente de la República. El contexto internacional atenúa la responsabilidad del Ejecutivo federal, pero no consuela a quien ha perdido su empleo o su empresa. Menos aún, cuando el diagnóstico oficial, un simple catarrito pasajero, fue absolutamente erróneo y hay evidencias de que el plan y los mecanismos anticrisis han sido insuficientes. En consecuencia, fue de nuevo la economía, estúpido.
Por otra parte, hay una dimensión local que no se puede soslayar. El PAN perdió dos de sus bastiones: San Luis Potosí y Querétaro. Otro tanto le ocurrió en Jalisco. La derrota en la zona metropolitana de Guadalajara fue contundente. El caso tapatío es emblemático. Se trató de un voto de castigo contra un gobernador incompetente y atrabiliario, y contra administraciones municipales ineficientes. El voto de castigo tuvo razones bien fundadas. Amplios sectores ciudadanos perciben a los panistas como mochos, incompetentes y corruptos.
El otro gran derrotado en esta contienda es el presidente de la República. Sus márgenes de acción se verán acotados por la mayoría priista en la Cámara de Diputados. Pero los nuevos obstáculos y problemas no vendrán sólo de la oposición. En el interior de Acción Nacional ya se desató la lucha por la presidencia del partido. Las corrientes y las disputas se definirán no sólo en función de la derrota del pasado 5 de julio, sino en la perspectiva del 2012.
¿Qué podemos esperar de estos cambios? ¿El regreso ominoso del pasado, como algunos advierten con terror? ¿Una mayor responsabilidad y cooperación entre poderes, como sugieren priistas notables y el propio presidente de la República? ¿O una variante de lo que ya tuvimos?
Todo indica que será esto último. Los problemas fundamentales tienen nombre y apellido: la crisis fiscal del Estado, el combate al narcotráfico, la reforma energética. En ninguna de esas materias habrá disposición ni responsabilidad para asumir los costos de decisiones difíciles y urgentes. La mira de todos los actores políticos ya está en el 2012. Felipe Calderón porque querrá evitar una debacle y el PRI porque está más cerca que nunca de recuperar la Presidencia de la República. Y del "rayito de esperanza" y sus maraqueros, mejor, ni hablamos. Lampedusa tenía razón: todo cambia para que todo siga igual.
Copyright © Grupo Reforma Servicio Informativo
Fecha de publicación: 11 Jul. 09
Por Jaime Sánchez Susarrey
La derrota de Acción Nacional no está en los votos nulos; la economía fue, como en 1997 para Zedillo, uno de los factores para que el electorado sancionara al partido en el gobierno
El PRI arrasó. Con 36.68 por ciento de la votación (8 puntos más que el PAN), cinco de las seis gubernaturas y la victoria en Guadalajara, Zapopan, Tonalá, Cuernavaca, Naucalpan y Tlalnepantla, además de otros municipios, emerge como la primera fuerza política nacional. Su victoria es indiscutible. Sus diputados (alrededor de 240) sumados a los del Partido Verde tendrán la mayoría absoluta en la Cámara baja. Algo que no se veía desde 1994. A ello hay que agregar que ahora gobernará en 19 de las 32 entidades de la Federación.
El otro vencedor, en menor escala pero vencedor real, es Andrés Manuel López Obrador. El Partido del Trabajo y Convergencia, apadrinados por el "rayito de esperanza", obtuvieron respectivamente 3.6 por ciento y 2.4 por ciento de la votación, esto es, un 6 por ciento global. Pero además, impulsó la victoria de "Juanito", el candidato del Partido del Trabajo en Iztapalapa. Le propinó así un severo golpe al PRD de Jesús Ortega y puso contra la pared a Marcelo Ebrard.
La victoria de López Obrador es directamente proporcional a la derrota de la corriente de Jesús Ortega. El PRD cayó por debajo de su nivel histórico (alrededor del 17 por ciento) al obtener sólo el 12.2 por ciento de la votación nacional. Pero no sólo eso. Iztapalapa, la delegación con mayor población y presupuesto del Distrito Federal, era gobernada por la corriente Nueva Izquierda de Jesús Ortega.
Marcelo Ebrard, por su parte, se encuentra ya ante un gran predicamento. La instrucción de López Obrador fue muy clara: había que votar por "Juanito" en contra del PRD y una vez que obtuviera la victoria, como es el caso, debería renunciar a la delegación para que ocupara su puesto Clara Brugada -vinculada a René Bejarano y Dolores Padierna. La nueva delegada deberá ser elegida por la Asamblea Legislativa del Distrito Federal a propuesta del jefe de Gobierno. De ahí el dilema: si Ebrard obedece a López quedará como un pelele y cancelará sus aspiraciones presidenciales. Si no lo hace, se expondrá a una reprimenda y a una embestida de los "bejaranistas".
Lo cierto es que López Obrador ya está de regreso. Logró atravesar el desierto, en el que él mismo se introdujo después de la derrota del 2 de julio, y ya está en pie de guerra. La elección intermedia fue su punto de arranque. Por eso lo vimos en los promocionales y propaganda del Partido del Trabajo. Apostó y ganó. Ahora irá con todo contra Jesús Ortega y Nueva Izquierda. Su objetivo será reducirlos a su mínima expresión para llegar al 2012 con tres fuerzas, el PRD, PT y Convergencia.
La derrota de Acción Nacional es innegable. Las causas son múltiples. El voto nulo no fue una de ellas, ni explica tampoco el regreso del PRI. Bill Clinton acuñó en 1992 la famosa frase: "Es la economía, estúpido". El diagnóstico le permitió derrotar a George Bush padre, que al inicio de la campaña gozaba de una popularidad cercana al 80 por ciento. Ernesto Zedillo y el PRI sufrieron en carne propia la misma experiencia en 1997. La pérdida de la mayoría en la Cámara de Diputados, la victoria de Cárdenas en el Distrito Federal y los triunfos de Acción Nacional en Querétaro y Nuevo León fueron consecuencia de la crisis de 1994-95.
No había ni hay ninguna razón para suponer que la crisis actual no golpearía severamente al partido en el gobierno y al propio presidente de la República. El contexto internacional atenúa la responsabilidad del Ejecutivo federal, pero no consuela a quien ha perdido su empleo o su empresa. Menos aún, cuando el diagnóstico oficial, un simple catarrito pasajero, fue absolutamente erróneo y hay evidencias de que el plan y los mecanismos anticrisis han sido insuficientes. En consecuencia, fue de nuevo la economía, estúpido.
Por otra parte, hay una dimensión local que no se puede soslayar. El PAN perdió dos de sus bastiones: San Luis Potosí y Querétaro. Otro tanto le ocurrió en Jalisco. La derrota en la zona metropolitana de Guadalajara fue contundente. El caso tapatío es emblemático. Se trató de un voto de castigo contra un gobernador incompetente y atrabiliario, y contra administraciones municipales ineficientes. El voto de castigo tuvo razones bien fundadas. Amplios sectores ciudadanos perciben a los panistas como mochos, incompetentes y corruptos.
El otro gran derrotado en esta contienda es el presidente de la República. Sus márgenes de acción se verán acotados por la mayoría priista en la Cámara de Diputados. Pero los nuevos obstáculos y problemas no vendrán sólo de la oposición. En el interior de Acción Nacional ya se desató la lucha por la presidencia del partido. Las corrientes y las disputas se definirán no sólo en función de la derrota del pasado 5 de julio, sino en la perspectiva del 2012.
¿Qué podemos esperar de estos cambios? ¿El regreso ominoso del pasado, como algunos advierten con terror? ¿Una mayor responsabilidad y cooperación entre poderes, como sugieren priistas notables y el propio presidente de la República? ¿O una variante de lo que ya tuvimos?
Todo indica que será esto último. Los problemas fundamentales tienen nombre y apellido: la crisis fiscal del Estado, el combate al narcotráfico, la reforma energética. En ninguna de esas materias habrá disposición ni responsabilidad para asumir los costos de decisiones difíciles y urgentes. La mira de todos los actores políticos ya está en el 2012. Felipe Calderón porque querrá evitar una debacle y el PRI porque está más cerca que nunca de recuperar la Presidencia de la República. Y del "rayito de esperanza" y sus maraqueros, mejor, ni hablamos. Lampedusa tenía razón: todo cambia para que todo siga igual.
Copyright © Grupo Reforma Servicio Informativo
Fecha de publicación: 11 Jul. 09
Comment