no hay “Estado fallido”. La desaparición de los encuestadores de Consulta Mitofsky y Parametría generó un incidente de alto impacto porque su trabajo está muy vinculado a la política y a los medios de comunicación. La exposición mediática probablemente les salvó la vida a nueve trabajadores que se encontraban en manos de narcotraficantes, pero no es ni la suerte ni el destino de otros que tienen que hacer un trabajo similar, que circulan por carreteras donde nadie viaja, caminan por ciudades, pueblos y comunidades donde todos sospechan de todos, tocan en casas para entrevistar a sus moradrores sin saber si saldrán de ellas con vida. En Apatzingán, donde se encuentra el corazón de Los Caballeros Templarios que encabeza el prófugo Servando Gómez, La Tuta, desaparecieron al terminar la semana otros cinco trabajadores, ahora de la Sección Amarilla, que hace voltear los ojos a ese trabajo de a pie. El director del INEGI, Eduardo Sojo, puede contar las tribulaciones de sus encuestadores cuando salen a la calle a censar. Leonardo Valdés, presidente consejero del IFE, tiene los expedientes de las dificultades de sus promotores de voto, que para entrar a múltiples comunidades del país, deben pedir permiso antes a los caciques o a los narcotraficantes, dueños de esos territorios. El secretario de Desarrollo Social, Heriberto Félix, puede describir los problemas de los promotores de programas sociales para distribuirlos. En las tierras gobernadas por Mario López Valdés y Egidio Torre Cantú, no se pudo levantar la Encuesta Nacional de Adicciones ante los altos riesgos para los encuestadores, por lo que Sinaloa y Tamaulipas aparecen con un “N.D.”, “ni disponible”, en los resultados finales. Y luego refutan y se indignan en los gobiernos federal y estatales, cuando se afirma que sí existe la precondición de un “estado fallido” en México, nos guste o no nos guste. no quieren pagar el costo político a tres meses de las elecciones para gobernador, aunque ocultar el sol con un dedo cueste, quizás, un muerto en el camino.
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