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Taller del Alquimista...

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  • Re: Taller del Alquimista...

    (Verdugo: ¿Ya visitaste la página que editó la Universidad de Wisconsin acerca de los beneficios de la radiación con respecto a la sexualidad masculina después de los cincuenta años?)
    ¡Como si fuera a llegar tan lejos! Mi modelo será actualizado cuanto antes y así como el Atari desapareció, el destino que me pertenece también necesita una buena distribución de piezas viejas.
    (¿TARDA MAS EN BAJAR UN PROGRAMA QUE EN HACER EL AMOR? OLVIDE SUS PROBLEMAS. CAMBIE DE COMPUTADORA Y NOSOTROS LE REEMBOLSAMOS EN SU COMPRA EL PRECIO DE SU ANTICUADO APARATO.)
    Bueno, escribo las mismas estupideces de siempre (vieras qué interesante es chatear con uno mismo), ya que no me sale lo profundo. El exagerado bombardeo publicitario que hacen para prevenir a la gente provoca que sientas el problema demasiado lejos, nunca piensas que pueda sucederte a ti. Las investigaciones van avanzando rápidamente. Quizá la siguiente generación pueda practicar las relaciones sin el miedo a padecer nuestro mal.
    Así que si no hay remedio, ¿por qué no vivir tranquilos el tiempo que nos queda? Ahora estamos contaminados y nada se puede reparar, sólo resignarse. Por lo tanto podremos seguir haciéndolo tranquilamente, con el contacto de siempre. No necesitamos protección. Total, ninguno de los dos saldrá de la dificultad.
    Poco a poco perderemos la memoria hasta llegar a la etapa final; la sensibilidad va a crecer provocando nuevos daños; hemos de sufrir hasta el último momento... ¡pero juntos! (¡PELIGRO! ¡PELIGRO! ¡PELIGRO!) Ya sé cómo bautizar el virus que te envié en el mail: "Defragmentador v. 1+1=0". (Se ha detectado una falla irreparable, perderá toda la información y la unidad quedara inservible.) Por favor, no me dejes. Reunidos, algo podremos remediar. (INICIA LA CUENTA REGRESIVA.) Ni que hubiera sido el SIDA.
    LunaAzul disfrazada
    La sonrisa cuesta menos que la electricidad y da más luz

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    • Re: Taller del Alquimista...

      Jejejejeje muy bueno Elixir, muy bueno.
      Te extrañaría aunque no nos hubiéramos conocido...

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      • Re: Taller del Alquimista...

        Originalmente publicado por El Alquimista Ver post
        Cuento de Klar… 3º entrega

        Y en ese mundo de colores y sabores sin sentido, sin sonido, todos entregados sin haberlos pedido, Carlos empezó a pender como el badajo de una campana rota. La insensatez de un mundo edulcorado artificialmente lo envolvió desde siempre, sin jamás él haberse enterado de los extremos de una conciencia sana. La televisión lo había educado bien. Bien, como educa la televisión y desde siempre tuvo bastante dificultad en distinguir entre lo real y lo imaginario.

        Creció creyendo que Harry Potter existía en realidad en un país lejano y que sus proezas eran reales. Ni con los años pudo realmente dejar de pensar que algunos superhéroes eran posibles en el mundo real y por supuesto creyó a pie juntillas, siempre, en los ovnis, los fantasmas, los magos, las hadas, los duendes, los hechizos y la brujerías.

        Jamás hizo mucho deporte. Lo más cercano que estuvo fue a través de los juegos de video, en los que era un verdadero campeón. Y aunque sus hábitos eran atroces, su cuerpo encontró la manera de llevarlo a través de la pubertad sin kilos de más. Más bien era alto, delgado, con una precoz barriga no muy abultada que le daba la apariencia de más grande. La afición por la tele, los comics y los videojuegos lo habían convertido en un miope juvenil, por lo que usaba lentes que seguramente podían parar una bala de pequeño calibre. Su multitud de padres y madres putativas le prodigaron como siempre de artilugios y más artilugios de confort postmoderno y no bien hubo terminado preparatoria, lo dotaron de un juvenil automóvil rojo ni muy muy, ni tan tan.

        Escogió Ingeniería en Sistemas en una Universidad de Paga para clasemedieros de padres esforzados. Varios de sus antiguos amigos de infancia lo siguieron en la Universidad e inmediatamente conformaron un grupo muy homogéneo de amigos. Sabían de memoria los capítulos de Star Trek, Babylon 5, Gallactica y recitaban con autismo frases de la Guerra de la Galaxias.

        La carrera, le sentó bien. Eso de estar vinculado de manera vitalicia a una computadora le venía como anillo al dedo. Como siempre enredó sus mundos virtuales al mundo real y estos remedos de realidad eran fácilmente interpolados con sus universos de película. No fue raro que sacara excelentes calificaciones como le seguía febrilmente recomendando su madre, que por fin había rearmado su vida sentimental en un par de ocasiones.

        Fue en ese tiempo, durante la carrera, que conoció a Adriana. Una casi pelirroja pecosa de fina figura y geométrica sonrisa. Su cabello ensortijado remitía de inmediato a una apariencia de jovialidad desparpajada que contagiaba felicidad. Esta facha era el perfecto envase para un desastroso temperamento cultivado celosamente durante años por un par de padres sobreprotectores. Y si Carlitos “N” era berrinchudito y egoísta hasta la pared de enfrente, la menuda Adrianita le decía quítate que ahí te voy.

        Hija única de un General con muchas estrellas en el uniforme y multitudes de uniformados que se deshacían en genuflexiones cuando aparecía con su gesto adusto, sin lugar a dudas había aprendido durante años y años a hacer lo que le placiere y cuando le placiere. El mismo Generalísimo decía con orgullo que ni el Presidente lo podía hacer salir de su casa después de las 0 de la noche, pero cuando se trataba de la “chiquita” había que cuadrarse ¡Chingáo! si es que se quería llevar la fiestecita en paz.

        La madre de Adrianita jamás tenía tiempo para hacerla de mamá, pues los compromisos de la esposa de un encumbrado personaje le exigían demasiado tiempo. Eso y las interminables visitas al pedicurista, manicurista, gimnasio, estilista, masajista, dermatólogo y demás pléyade de modernos artesanos de la estética femenina. Esas actividades, las interminables visitas a centros comerciales en busca de trapos de moda y los desayunos, comidas y cenas de compromiso, exigían que la labor de madre fuera cuestión de Estado y por supuesto confiada a un sinnúmero de choferes, sirvientas, niñeras y guardaespaldas que tenían por misión, prodigar a la chamaquita de cuanto se le ocurriese.

        La razón del porqué la princesa asistía a una Universidad de clasemedieros respondía a cuestiones de logística militar. Estaba cerca de la casa y su configuración arquitectónica de pocos accesos y ancianos muros enormes, hacían una plaza fácil de cuidar con pocos elementos.

        Adrianita vio en Carlos a un juguete nuevo. De nada sirvieron los reclamos del General o de la madre para que se vinculara con hombres de su clase o su condición social o económica. Adriana encontró en esa lastimera facha de ratón de biblioteca, la antítesis del padre y su docilidad lo convirtió en su presa natural. Desde el segundo semestre de la carrera lo hostigaba con su permanente presencia. Y Carlitos, en principio reacio a dejarse arrebatar de sus mundos de historieta, su computadora y sus juegos de video, no tardó mucho en verla como a su Azuka particular.

        Azuka era la protagonista de una de sus series de historieta favoritas: Neon Genesis Evangelion. En esta serie una pelirroja bipolar de generosísimas tetas entalladas en un traje de piloto, podía destruir monstruos mitológicos sin ningún problema o caer en una depresión en medio de una batalla y dejar literalmente que destruyeran el mundo sin que ella quisiera mover un dedo.

        Las tetas de Adriana no gozaban de la frondosidad de las de Azuka, ningunas en el mundo real lo gozan, pero salvo ese pequeño detalle, Carlos identificó los arranques violentos de berrinche de Adriana, así como sus pecas y sus cabellos rojos ensortijados con los de su diva virtual. Y se enamoró perdidamente. Más bien, trasladó su eterno enamoramiento por Azuka a la temperamental Adriana. Y las mil y una veces que había tejido encuentros íntimos con la muñequita pechugona, tuvo la oportunidad de ensayarlos en el mundo real con Adriana.

        Por su parte Adriana jamás había tenido novio. El férreo cuidado de sus padres, a través de su infinidad de guardaespaldas, invariablemente disuadían a cualquiera de acercársele más de lo suficiente como para un saludo cortés. Con Carlos pasó un tiempo, pero él tan burriciego, no reparó en las discretas cercanías de malencarados cuidadores. Y ella tenía el temperamento y autoridad suficientes, para hacer de la misión de cuidarla un suplicio, para cualquiera que tratara. Ya mandaba por cigarros, ya salía por la puerta trasera o ya se encerraba en la biblioteca con Carlitos para explorar por primera vez el roce de un cuerpo distinto al suyo por debajo de la falda.

        Sin duda, Carlos había visualizado y ensayado durante años, en su mente, las maneras mayúsculas de causarle placer a una Azuka y vencidos los problemas de lugar y tiempo iniciales, así como la inexperiencia mutua, se dejaron caer libremente a una experiencia fuera de este mundo. Mejor a los mundos imaginarios que habían creado mutuamente en sus cabezas berrinchudas. Y por supuesto en el mundo virtual del enamoramiento, se volvieron dioses apartados, como siempre, del mundo de los simples mortales.

        La relación siguió sin asegunes durante toda la carrera y con el tiempo perdieron cuidado o sobraron en convicción de la realidad de sus vidas paralelas y unos meses antes de acabar el último semestre, ella se embarazó.

        Continuará...
        Sigo leyendo... te mandé un MP Alqui, de cualquier manera Gracias.

        Sigo pendiente de la continuación.

        Saludos.
        A través del tiempo y espacio,apareces cuando ha sido necesario,no importa la exactitud,ni las palabras innecesarias,sólo importa el hecho de ser y estar ahí...frente a frenteKlar

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        • Re: Taller del Alquimista...

          Cuento de Klar... 4o entrega.

          Una tarde como cualquier otra, se convirtió para los amantes tenaces, en el preludio de una tragedia como pocas se habían conocido.
          La relación de Carlos y Adriana paradógicamente era tan intensa como metódica. Las restricciones a las que se veían sometidos por los horarios de clases, las actividades extraescolares, las aficiones de Carlos y la siempre férrea supervisión militar a Adriana los habían convertido en una especie de amantes robots con rutinas perfectamente establecidas.

          Conocían a la perfección que no contaban con más de 8 minutos diarios para hacer el amor. Minutos que se volvían eternos en los cuerpos de los ya expertos y acoplados amantes. El lugar casi siempre era la cafetería, la cocina de la casa de Adriana o el Salón de Juegos. En varias ocasiones los furtivos amantes fueron descubiertos por los guardianes de Adriana pero ella les había dejado muy en claro que cualquier indiscreción sería pagada caro, así que los guardianes se acostumbraron también a las rutinas y mientras supieran donde estaba “la niña” no había reclamo alguno. Fue una especie de pacto tácito entre todos los involucrados. A cambio, “la niña” dejó de escaparse a sus guardianes.

          Para la mamá de Carlos, sus desvelos y sacrificios parecía que rendían frutos. Su hijo se codeaba y no sólo se codeaba sino que se cogía a la hija de uno de los hombres más poderosos del país. No perdía la oportunidad de repetirlo y repetirlo y repetirlo a conocidos y desconocidos con tono confidente y triunfal. Su hijo, accedería a todas las realidades compradas, maravillosas y de paraíso a las que ella ni siquiera había sido capaz de imaginar. A últimas fechas, el encerado cochecito rojo de Carlos casi ni se movía de la casa. No era extraño ver a un pequeño y discreto convoy que lo levantaba por la mañana y depositaba con prisa en las noches.

          No cabe duda que al Generalazo tenía una mezcla agridulce de sensaciones con respecto al pendejito de Carlos. Nadie llega a acumular tanto poder en ningún ámbito si no cuenta entre sus facultades con uno de esos instintos para conocer verdaderamente a las personas aunque ellas no se conozcan. Y aunque Carlos “N” no podía el pobre con su facha de pendejo, a mi General le daba bastante más que desconfianza. Y no era su condición clasemediera. Él mismo había escalado posiciones desde un escaño social mucho más bajo de donde se encontraba el insaboro ingeniero en sistemas. Tampoco era su casi servilismo con el General ni su facha de perpetua distracción acentuada por los vidrios blindados que portaba como anteojos. Por otra parte el ver contenta a su hija le producía una felicidad indecible, incluso si esa felicidad le era prodigada por otra persona que no fuera él. A fin de cuentas veía a Carlos como al Pony que alguna vez le comprara a la “Princess” o como el hurón que terminó descabezado en varias ocasiones degollado por una amorosa “Princess” al tratarlo de dormir en el cajón de los calcetines.

          Por otra parte, el General pasaba por alto su olfato inquisidor tal vez cegado por el amor a su hija. Aunque no le caía nada bien el novio de su hija, en su fuero interno lo identificaba con alguna especie de celo natural, que jamás había experimentado antes, porque no había novios previos. Pensaba que era inofensivo, no era drogadicto, no fumaba, no tomaba, más bien educado, con una plática ininteligible para sus rudos orígenes y fantasías estúpidas de viajes interplanetarios o en el tiempo. En ocasiones cuando veía a su hija con su amplia sonrisa geométrica riendo por alguna de las pendejadas del Carlitos, no podía menos que regocijarse por ver tanta belleza feliz. La amaba profundamente. La berrinchudita era lo único que lo mantenía coherente entre tanta incoherencia de la vida política. La pelirroja maravillosa, sangre suya, había sido lo único que realmente había amado sinceramente en la vida. Y cuando estaba feliz, estallaba en miles de soles que le entraban por la retina y se le quedaban en la memoria por siempre. Así que aunque odiara al pendejín internamente e intensamente le agradecía que le arrancara sonrisas a su hija que a él cada vez más le costaba trabajo arrancar.
          Aquél infausto día. No el infausto infausto, si no de los primeros infaustos de la infinidad de infaustos que siguieron hasta el fatídico momento del desastre, ya Adriana intuía algo. Esas cosas no se pueden dejar de intuir así nada más. No se sentía bien, los cigarros le daban más asco que de costumbre y aunque en otras ocasiones se le había retrasado la regla, esta ocasión no era como las anteriores y ella lo sabía. Lo que no se les había ocurrido ni por equivocación ahora lo estaban a punto de experimentar. En su mundo de juguete, sólo había placer y más placer. Nadie se embarazaba.

          ... Carajo... voy a continuar... y se me acabó el tiempo... al rato regreso.
          NADA DE LO HUMANO ME ES AJENO, SOLO ME HAGO MEDIO PENDEJO EN VECES PA DESPISTAR A LOS OJETES

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          • Re: Taller del Alquimista...

            Cuento de Klar 5o Entrega

            Era un 14 de octubre, día previo a las festividades de Día de los Muertos. Adriana con el humor peor que de costumbre, rehuyó todo el día sus encuentros con Carlos. Su necesidad por él se había vuelto intermitente. Pero lejos de parecerle a Carlos una desgracia, lo identificaba ñoñamente con los arranques clásicos de su Azuka particular. De hecho sus inconsistencias en el temperamento le reforzaban fuertemente la idea de que su novia real, era de algún modo la novia virtual que había cultivado desde su adolescencia. Las ausencias de Adriana también le dotaban de un buen tiempo para ponerse al día en las historietas que seguía con frenesí casi sexual, para actualizar sus perfiles en los jueguitos de video y para derramarse en su computadora, tratando de hacer algún programa que lo sacara por fin de medio pobre. Lo único que realmente le molestaba de que Adriana se desapareciera, era que tenía que echarle dinero al cochecito rojo para ponerlo a caminar. Cosa en realidad no muy complicada ni onerosa.

            Ese 14 de octubre, casi a las 7.00 de la noche, con el pretexto de ir a comprar una toallas íntimas, Adriana le pidió al chofer que parara en una farmacia. Eso de las toallas íntimas era una verdadera estupidez, era un hecho que en su casa había toallas íntimas como para mantener higiénicas a todas las mujeres de un orfanato y argumentar sorpresa tampoco era coartada digna de credibilidad, puesto que su asistente personal se esmeraba en tenerle en una pequeña bolsita que siempre traía consigo, algunos artilugios de cuidado personal y medicinas varias. Así que si alguien hubiera tenido realmente atención en la actitud de Adriana, tal vez su madre o su padre, se habrían dado cuenta que algo andaba “mal” o por lo menos fuera de lo habitual. Ya en la farmacia, de manera disimulada y ansiosa pidió una prueba de embarazo. Pidió la más cara pensando que sería la mejor, sacó lo más pronto que pudo el contenido de la caja, hizo bolas el ticket de compra, la caja, la bolsa y la propaganda que siempre echan en esas bolsas regaladas y regresó al coche, para ordenar que la llevaran lo más pronto que se pudiera a su casa.

            Llegó, no encontró a nadie que no fueran sus sirvientes, como de costumbre. Traspasó la puerta principal con paso ágiles y decididos, subió corriendo las escaleras hasta su cuarto y sin escalas se metió en el baño a leer desesperada las instrucciones de la prueba de embarazo que había comprado. Aunque se estaba meando del miedo, literalmente, no podía hacer que de su cuerpo saliera ni una sola gota de orina, hasta que lo logró. Claro que entre el nerviosismo y la falta de práctica en hacerse pruebas de embarazo, se orinó los dedos y casi toda la mano. La tirilla química dio un contundente positivo. Un contundente positivo. La coloración que adquirió la prueba superaba con su maravillosa tonalidad el del testigo que servía para indicar el color de los embarazos. Un azul celeste de tonalidad profunda y casi festiva. –Chingue su madre… pensó. –Chingue su madre… murmulló. –Chiiiiiiingue su madre!!!!!!!... gritó con un aullido ahogado y compulsivo que se filtró por debajo de la puerta hasta alguna parte en donde estaba alguno de sus guardianes.
            Se oyó un sonoro toquido en la puerta que no esperó respuesta, un alto y corpulento soldado vestido de civil sin parecerlo realmente reventó la chapa de la puerta y entró corriendo al cuarto. Su mirada entrenada recorrió en milésimas de segundo la habitación y verificando que no existía peligro intuyó de inmediato que el grito provenía del baño. Ahí si no se atrevería a entrar rompiendo nada. Así que sin disminuir el vigor de sus movimientos se acercó decididamente a la puerta del baño y tocó con firmeza dos veces, pero moderando la voz para disminuir el sentido de urgencia. –Señorita Adriana, ¿se encuentra bien?
            Tras la puerta se oyó gritar a una frenética Adriana. En un segundo pensó sentirse descubierta y eso la convirtió en una verdadera fiera. Aún sentada en el escusado, aún con los dedos miados y temblorosos, tomó gran bocanada de aire, llenó los pulmones y gritó ensordecedoramente: - ¿Qué chingados haces en mi cuarto, hijo de la chingada? ¿Quién te crees que eres para entrar a mi recámara? Deja que le diga a mi papa para que te mande fusilar, cabrón!!!!

            Ya para estas alturas, estaban en el cuarto un segundo soldado mujer y dos sirvientas, que se mostraban alarmadas y prestas para dar cualquier auxilio que se les pidiera. El soldado, que cuando portaba uniforme insignias de Teniente-Coronel, no se iba a espantar por los gritos de la niña, así que repitió firme la pregunta: -¿Se encuentra bien señorita? La soldado femenina se acercó a la puerta y en tono maternal dijo: -¿Está bien, niña? ¿Gusta que la auxilie en algo?

            Adriana se rehízo y calculando con menos emotividad lo que estaba sucediendo, calmó la voz y les dijo que todo estaba bien, que había visto una cucaracha en el baño pero que ya la había matado, que por favor la dejaran en paz. Tras un pequeño diálogo con la improvisada fuerza de auxilio, todos decidieron que era mejor salir antes de que eso se convirtiera en una pachanga y así lo hicieron.

            Ya que oyó los últimos pasos salir de su habitación, se lavó las manos, tiró las evidencias a la basura y salió del cuarto. El Teniente-Coronel, salió del cuarto igual que todos, pero su instinto lo hizo permanecer afuera de la puerta unos minutos más hasta que se cercioró de que la “niña” realmente no estuviera en peligro.

            Adriana salió, buscó, levantó el teléfono y le marcó a Carlos. Con una especie de rabia contenida le dijo que tenían que hablar. Que estaba embarazada. Carlos que por segunda ocasión en el día había ganado la Copa del Mundo a un Coreano del otro lado del mundo, por primera vez en su estúpida vida se enfrentó contra un hecho que no se resolvía poniendo ojos de estúpido detrás de sus gruesos anteojos o picando botoncitos a un aparatejo impersonal. En ese momento entró de lleno y de mala manera al mundo de las realidades crudas. En verdad había sido un milagro que no se embarazara antes. Tal cual se sabían vírgenes antes de sostener ambos su primera relación, no temían ninguna enfermedad, confiaban mutuamente y jamás optaron por protegerse durante sus encuentros. Sería grotesco y fuera de lugar narrar la mecánica metódica que seguían en sus jugueteos sexuales y que de suyo explicarían el hecho casi inexplicable de que no se embarazara Adriana después de cientos de relaciones, pero será mejor que el lector lo deduzca.

            Esa noche hablaron por horas por teléfono. Exploraron escenarios, se reclamaron mutuamente, se pensaron en dejar, en abortar, en tener al niño, en escaparse, en tomar una segunda opinión. Se colgaron media docena de veces, se volvieron a hablar, ella se hizo la prueba otra y otra vez; y por fin durante las horas de plática parece que fueron madurando lo que no habían madurado en años. Asumieron que los escapes no eran viables. Entendieron que ese tipo de verdades son arrolladoras y que no se pueden ocultar. Coincidieron que si había que tomar una decisión, ésta no provenía de ellos en su totalidad y que había que poner la cara de alguna manera. Después se veían nuevamente rebasados por la noticia, despotricaban, se desesperaban, vociferaban,, se estremecían, sudaban. Cúmulos de emociones encontradas pasaron de ida y de vuelta por los hilos de ambos teléfonos durante horas. Luego se componían, se juraban amor eterno; se dijeron que eso los uniría más que nunca; hablaron de la carrera, de los amigos, de los padres, de las consecuencias; hablaron de cómo lo dirían y a quién y cómo. Finalmente se rindieron a la idea.

            Al otro día el convoy pasó más temprano que de costumbre por el Sr. Carlos. Él estaba listo mucho antes de que llegara. La cara descompuesta por no dormir, el gesto espantado y subió al vehículo 4X4 de color oscuro. Sintió que se metía en una coladera. De camino a la escuela no hablaron ni una sola palabra. No procuraron un saludo efusivo, de hecho cada cual habitó una esquina del amplio sillón. Sus cuerpos y sus mentes estaban distantes. Cada uno se identificaba como la víctima del otro o del destino. Cada uno reprochaba al otro por la falta de cuidado, por el exceso de confianza o por lo que fuera. A los ojos de cada quién, el otro le acababa de someter a una situación inesperada de graves consecuencias. Llegaron a la escuela, en lugar de irse al salón de clases, se dirigieron a un pequeño oratorio junto a la cafetería. Ahí ella le mostró las pruebas y espantados como conejos entrecruzaron las manos y cansados se desvanecieron el uno en el otro. Después de mucho platicar, decidieron que la primera que se debía enterar era la mamá de Carlos. Después el General y de rebote la mamá de Adriana. Y así, esperaron todo el día calculando que llegara la mamá de Carlos de trabajar y se dirigieron con ánimo fúnebre a su encuentro.
            NADA DE LO HUMANO ME ES AJENO, SOLO ME HAGO MEDIO PENDEJO EN VECES PA DESPISTAR A LOS OJETES

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            • Re: Taller del Alquimista...

              NADA DE LO HUMANO ME ES AJENO, SOLO ME HAGO MEDIO PENDEJO EN VECES PA DESPISTAR A LOS OJETES

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              • Re: Taller del Alquimista...

                Alquimi, cuándo escribes, ya sabes en que acabará, o es en la marcha va saliendo.jajaja ya sé que la pregunta es tonta, pero nomás por saber.
                A través del tiempo y espacio,apareces cuando ha sido necesario,no importa la exactitud,ni las palabras innecesarias,sólo importa el hecho de ser y estar ahí...frente a frenteKlar

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                • Re: Taller del Alquimista...

                  Originalmente publicado por Klar Ver post
                  Alquimi, cuándo escribes, ya sabes en que acabará, o es en la marcha va saliendo.jajaja ya sé que la pregunta es tonta, pero nomás por saber.
                  Quieres que te cuente el final???
                  NADA DE LO HUMANO ME ES AJENO, SOLO ME HAGO MEDIO PENDEJO EN VECES PA DESPISTAR A LOS OJETES

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                  • Re: Taller del Alquimista...

                    Yo si quiero saber el final... ¡ya!
                    Te extrañaría aunque no nos hubiéramos conocido...

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                    • Re: Taller del Alquimista...

                      Originalmente publicado por El Alquimista Ver post
                      Quieres que te cuente el final???
                      si y no. Quiero seguir leyendo mas continuaciones, pero pues más bien ponle la siguiente continuación, no? soy exigente???? es que... te vas un mes y regresas, bueno días... pero pues. te tardas muchoooo
                      A través del tiempo y espacio,apareces cuando ha sido necesario,no importa la exactitud,ni las palabras innecesarias,sólo importa el hecho de ser y estar ahí...frente a frenteKlar

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                      • Re: Taller del Alquimista...

                        Si no te tardes, nos tienes en ascuas......
                        Te extrañaría aunque no nos hubiéramos conocido...

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                        • Re: Taller del Alquimista...

                          Cuento de Klar... 6ta entrega

                          El día había sido complicado como todos los días de su mediocre, mediana, malsana, malograda y marchita vida. Con el peso a cuestas de un divorcio no declarado y dos relaciones posteriores que no la habían sacado de su infierno particular, Sonia, la madre de Carlos luchó dos horas, como todos los días, contra el tráfico y la distancia que la separaba del trabajo a su casa. En su mente se asumía todavía como joven. Se engañaba a si misma con inexistentes miradas lascivas de su jefe y compañeros de trabajo. Se empeñaba en disfrazar arrugas con maquillaje, canas con tintes arrogantes, llantas y caderas amplias con pantalones ajustados, panza con blusas holgadas, senos caídos con sostenes ajustados y várices con medias largas. Se sentía fracasada en lo personal, frustrada, ansiosa, rebasada pero jugaba con el dial del radio del precario cochecito para encontrar las canciones que la hacían todavía suspirar.

                          Paró a dos cuadras de su casa para comprar unos cigarros, unas botellas de agua, medio kilo de jamón y seis huevos para el desayuno del otro día y se dirigió a su casa. Al doblar la esquina vio con sorpresa, asombro y emoción el pequeño convoy que conocía tan bien, estacionado en su casa, en la casa de los vecinos y en la acera de enfrente. Era un evento especial que la novia farandulera del hijo se hubiera tomado la molestia de bajar a estar algún tempo en su casa. En segundos pensó que sólo había coincidido en el momento de llegada de su hijo de la escuela y servil como era por convicción, decidió pararse casi en la esquina para no molestar a los choferes en mover sus coches. Estacionó el cochecito, tomó los víveres y caminó los 30 metros que la separaban de su casa. En el camino no pensó en nada. Sólo destinó el total de su cerebro a ordenarle a un pie ponerse enfrente del otro y del otro y del otro y del otro y así sucesivamente.

                          Al llegar reparó en el hecho de que los vehículos del convoy estaban completamente parados. Entre las sombras de la noche se podían intuir discretas siluetas casi inanimadas que flanqueaban los vehículos en posición pétrea y mirada aguda. Saludó informalmente y de inmediato recibió saludos casi marciales que le estremecieron la columna vertebral. Estarán haciendo una taréa, pensó e ingresó sin prisa a su casa.

                          Traspasó el pequeño patio que la separaba de la puerta principal e ingresó peleando con las bolsitas que traía del mandado, su bolsa de mano y su celular viejo. Al entrar sintió un poco de emoción al ver al conquistador de sus mundos imaginarios de riqueza y podería, y a la perversita que ahora no tenía ni la más facha de perversita. Sentados, muy juntos, con las manos entrecruzadas, los padres en ciernes, clavaron una mirada asustada en la flor marchita. Sonia, intuyó de inmediato que aquella visita era más que casual y aclaró la voz, espabiló el agobio de un día frustrante de trabajo y saludó formalmente a la pareja.

                          Ellos respondieron erráticos. No atinaban a decir nada coherente y entre cada intento de articulación de palabra se apretujaban las manos mutuamente. La habitualmente insolente hija del General, parecía una mansa pequeña zarigüeya que pendía de un precipicio asida sólo a la vida por las manos de su estúpido hijo príncipe. El no se veía mejor. Su de por si facha chorreada, de mirada perdida parecía que en vez de mirarla a ella se dirigía a la superficie de sus pesados lentes.

                          Tras los saludos formales y plática sin sentido en la que se tocaron temas como el clima, la escuela y los coches que estaban estacionados afuera de la casa, por fin sin soportar la presión, Carlos como en una especie de vómito, terminó por arrojar literalmente a los oídos de su madre la afirmación de que Adriana, estaba “esperando”.

                          La mamá de Carlos dio un respingo que no pudo ocultar, era provocado por una emoción intensa de felicidad. En realidad le valía madre toda la situación o lo caótica que pareciera. Eso lo habría soñado para ella una y otra vez. Pescar a como diera lugar a una persona que la sacara de su miseria de la cual ella jamás había sido capaz de elevarse. Por su mente pasó como ráfaga una interminable serie de imágines maravillosas. Una bella boda en la playa o en un castillo medieval o en una Hacienda reservada para fiestas de narcotraficantes. Un hermoso vestido para la novia, una banda de guerra engalanando la feliz ocasión, cientos de invitados incluido el presidente, cientos de meseros, cientos de platos de fina porcelana alemana, cubertería de oro y plata, ríos de champaña, cientos de fotógrafos ý todo cuanto ella sabía a la perfección que se estilaba en las bodas que aparecían fotografiadas en la revistas del corazón. Había, por fin –según ella- escalado todos los peldaños de la escala social de un jalón, para instalarse, vía su hijo en la cima de todas sus cimas personales, reales e imaginarias.

                          En vez de una grave reprimenda, dio a Carlos un gran abrazo y de paso a la pelirroja, los felicitó una y otra vez, les dijo que no se preocuparan porque eso le pasaba a cualquiera y que contaran con todo su apoyo si era que de algo servía. Sonrió con amplias sonrisas, rio con sonoras carcajadas ante cualquier comentario irónico o que pareciera chiste sin serlo, les sirvió agua y refresco respectivamente, abrazo otra vez y desapareció por las escaleras con caminar de carnaval, contoneando sus amplias caderas mal disfrazadas. Subió los escalones de a dos en dos y el último de tres, como cuando tenía 15 años y corrió a tomar el teléfono, mismo que no soltaría en varias horas, participando a todos sus amigos, conocidos y familiares de la buena nueva. Carlos se iba a casar.

                          Los novios pasmados, sin saber qué hacer, participaron muy a medias de los arranques emotivos de la mamá y ahora casi suegra. Se hundieron en el viejo sillón, se relajaron un poco, intercambiaron algunos besos, algunas caricias, algunas palabras sin sentido y dejando intactos el agua y el refresco, decidieron que era momento de ir a avisar al General, quién ya para esas alturas había llamado por radio en dos ocasiones a la pelirroja. Su éxito momentáneo, les infundió valor suficiente para no dejar para otro día liberar esa noticia en el seno del Estado Mayor Presidencial y Familiar. Sin despedirse de nadie, tomaron camino para encontrase con el padre de Adriana. Sólo que la reacción de éste estaría mucho muy lejos de ser festiva o complaciente. Allá el panorama sería muy distinto… Violentamente distinto…

                          …Continuará.
                          NADA DE LO HUMANO ME ES AJENO, SOLO ME HAGO MEDIO PENDEJO EN VECES PA DESPISTAR A LOS OJETES

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                          • Re: Taller del Alquimista...

                            Hola Alqui, me uno a la petición de que no dilates en las entregas.Gracias.
                            Te dejé un mensaje, con una pregunta. Ojala te des tiempo.Saludos

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                            • Re: Taller del Alquimista...

                              Sabes una cosa Alqui.Hay personas y hay respuestas que superan cualquier espectativa. Gracias

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                              • Re: Taller del Alquimista...

                                Esperamos la continuacion Alqui Gracias.
                                A través del tiempo y espacio,apareces cuando ha sido necesario,no importa la exactitud,ni las palabras innecesarias,sólo importa el hecho de ser y estar ahí...frente a frenteKlar

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