Re: Simplemente...de todo, un poco...
Paris dirigiose esta vez sobre las fortificaciones de la Sábana defendidas por el coronel Ávila con setecientos hombres. Las tropas de Paris, que aumentadas con un re3fuerzo salido de Acapulco ascendían a dos mil soldados con dos cañones, se dicidieron en tres columnas, poniéndose al frente de la del centro el mismo Paris, encomendando la de la derecha a Sánchez Pareja, y confiriendo el mando de la de la izquierda a don Francisco Rionada. En este orden y apoyadas por una sección de cien hombres, que debía flanquear la posición de Ávila, marcharon las columnas haciendo jugar su artillería, que fue contestada con los certeros disparos de El Niño. Terrible fue la acometida y grande el esfuerzo de los realistas por apoderarse de las fortificaciones de sus enemigos, y después de muchas largas horas de combate tuvo que retirarse Paris hasta el paraje de Tres-Palos dejando el campo regado de muertos y heridos.
No obstante las ventajas que por medio de sus tenientes había logrado Morelos alcanzar, su situación hacíase cada vez mas crítica, pues carecía de municiones de guerra y escaseaban los medios de subsistencia para sus sufridos soldados. Retirado Paris a Tres-Palos, realmente el situado era Morelos, pues se hallaba colocado entre las tropas de aquel y la guarnición de Acapulco. Preciso era salir cuanto antes de tan difícil posición, y para ello recurrió el jefe Independiente a la astucia de que tantas veces hizo uso en el curso de sus campañas. Sabedor de que en el campo de Paris un capitán llamado Mariano Tabares se hallaba descontento por una injusta prisión que había sufrido poco antes, entabló con él inteligencia, y en virtud del plan entre ambos acordado, hizo marchar Morelos, la noche del 4 de enero de 1811, al coronel don Julián Ávila con seiscientos hombres al campamento de los realistas. Dada la señal convenida de antemano con Tabares, Ávila atacó con ímpetu, y después de vencer alguna resistencia se apoderó de ochocientos prisioneros, setecientos fusiles, cinco cañones, cincuenta y dos cajones de parque, porción de víveres y otros pertrechos. Paris, sorprendido en medio del sueño, comprendió desde el primer momento que era inútil resistir y huyó protegido por la oscuridad y por el mismo desorden que había en su campamento.
Morelos sin haberse presentado todavía el mismo en el campo de batalla, había logrado por medio de sus tenientes, los Ávilas, batir con fuerzas inferiores a los realistas; y en el corto espacio de sus dos meses, habiendo empezado la campaña con veinticinco hombres que sacó de su curato, había reunido mas de dos mil fusiles, cinco cañones, porción de víveres y municiones, tomado todo al enemigo.
Tiempo es ya de que digamos lo que hacía en Guadalajara el generalísimo Hidalgo, en cuya ciudad le hemos visto entrar con gran pompa el 26 de noviembre de 1810, y recibir a Allende con marcadas demostraciones de aprecio a mediados del siguiente mes.
Tres días después de su llegada, el 29 de noviembre, publicó un bando aboliendo la esclavitud: “Que siendo, decía el primer considerando del decreto, contra los clamores de la naturaleza el vender a los hombres, quedan abolidas las leyes de la esclavitud, no solo en cuanto al tráfico y comercio que se hacía de ellos, sino también en lo relativo a las adquisiciones; de manera que conforme al plan del reciente gobierno puedan adquirir para si, como unos individuos libres al modo que se observa en las demás clases de la república, un cuya consecuencia, supuestas las declaraciones asentadas, deberán los amos, sean americanos o europeos, darles libertad dentro del término de diez días, so la pena de muerte que por inobservancia de este artículo se les aplicará”. La esclavitud, oprobio de la historia, existía en las colonias españolas de América para la raza africana, que vino a sustituir a la indígena en los trabajos de los campos ardientes de las costas.
En el mismo bando prescribía “que ninguno de los individuos de las castas de la antigua legislación que llevaban consigo la ejecutoría de su envilecimiento en las mismas cartas de pago del tributo que se les exigía, no lo pagasen en lo sucesivo, quedando sustituido este nocivo impuesto con el de un dos por ciento de alcabala para los efectos de la tierra y con el de tres para los de Europa”. Hidalgo continuó con la organización de su gobierno; nombró para el giro de los negocios dos ministros, el uno con el título de Gracia y Justicia, y el otro con el mas extenso e indeterminado de Estado y del Despacho. El primero fue confiado al joven abogado guanajuatense don José María Chico; el segundo se dio al abogado don Ignacio López Rayón, que ejercía las funciones de secretario del generalísimo. Este último fue quien propuso a Hidalgo la adopción de un plan que evitando la dilapidación de los bienes embargados a los españoles, les hiciese servir al sostenimiento de la guerra de Independencia.
Por estos días el gobierno de la revolución nombró a don Pascual Ortiz de Letona, joven Guatemalteco que residía en Guadalajara y que había obtenido el empleo de mariscal de campo, plenipotenciario ante el Congreso de los Estados Unidos de América, para ajustar y arreglar con alianza ofensiva y defensiva, tratados de comercio útil y lucroso para ambas naciones y en cuanto mas conviniese a la felicidad de los dos países. Mientras tanto, del otro lado, en Texas se alzaba un pueblo libre que a costa de grandes esfuerzos había afianzado su independencia por lo que los revolucionarios Mexicanos creyesen hallar auxilio y sostén en ese pueblo.
Hasta entonces la revolución había carecido del poderoso medio de la imprenta para propagar sus principios. Dueños los Indpendientes de la ciudad de Guadalajara, aprovecharon arma tan eficaz y el primer número del DESPERTADOR AMERICANO, periódico establecido por Hidalgo, apareció el 20 de diciembre de 1810. Lo redactaba el doctor don Francisco Severo Maldonado.
En el transcurso del mes de diciembre de 1810, los Independientes lograron armar y disciplinar siete batallones, seis escuadrones y dos compañías de artillería, que en todo formaban tres mil cuatrocientos hombres. Los almacenes del arsenal de San Blas proveyeron de municiones y de buena y poderosa artillería: cuarenta y tres cañones que sumados a los logrados en otros lugares, hicieron subir a cerca de cien bocas de fuego. Hidalgo resolvía por esos días, dar muerte a los españoles presos en Guadalajara; esta execrable disposición fue motivada, según algunos, por una denuncia que se hizo al caudillo de la Independencia de una conspiración tramada por los mismos presos. Mandó degollar mas de ochenta personas en el cerro de Las Bateas; las que ejecutaron en las barrancas de Guadalajara pasaron de setecientas; en el silencio de la noche, el torero Marroquín, un capitán llamado Vicente Loya, Muñiz, el terrible ejecutor de los asesinatos de Valladolid, Alatorre, Cajifa de Pénjamo, y Vargas de Cotija, sacaban a los españoles del Colegio de San Juan, del Seminario y otros edificios en que estaban presos. Llevábanlos a las barrancas cercanas a la ciudad y dábanles muerte, sepultando luego los cadáveres en largas y profundas zanjas. Este horrible degüello principió la noche del 12 de diciembre y se prolongó hasta las últimas del mismo mes.
Convenía a los jefes Independientes que entraron los primeros en Guadalajara cubrirse de todo ataque por el lado de occidente. . . . .
Paris dirigiose esta vez sobre las fortificaciones de la Sábana defendidas por el coronel Ávila con setecientos hombres. Las tropas de Paris, que aumentadas con un re3fuerzo salido de Acapulco ascendían a dos mil soldados con dos cañones, se dicidieron en tres columnas, poniéndose al frente de la del centro el mismo Paris, encomendando la de la derecha a Sánchez Pareja, y confiriendo el mando de la de la izquierda a don Francisco Rionada. En este orden y apoyadas por una sección de cien hombres, que debía flanquear la posición de Ávila, marcharon las columnas haciendo jugar su artillería, que fue contestada con los certeros disparos de El Niño. Terrible fue la acometida y grande el esfuerzo de los realistas por apoderarse de las fortificaciones de sus enemigos, y después de muchas largas horas de combate tuvo que retirarse Paris hasta el paraje de Tres-Palos dejando el campo regado de muertos y heridos.
No obstante las ventajas que por medio de sus tenientes había logrado Morelos alcanzar, su situación hacíase cada vez mas crítica, pues carecía de municiones de guerra y escaseaban los medios de subsistencia para sus sufridos soldados. Retirado Paris a Tres-Palos, realmente el situado era Morelos, pues se hallaba colocado entre las tropas de aquel y la guarnición de Acapulco. Preciso era salir cuanto antes de tan difícil posición, y para ello recurrió el jefe Independiente a la astucia de que tantas veces hizo uso en el curso de sus campañas. Sabedor de que en el campo de Paris un capitán llamado Mariano Tabares se hallaba descontento por una injusta prisión que había sufrido poco antes, entabló con él inteligencia, y en virtud del plan entre ambos acordado, hizo marchar Morelos, la noche del 4 de enero de 1811, al coronel don Julián Ávila con seiscientos hombres al campamento de los realistas. Dada la señal convenida de antemano con Tabares, Ávila atacó con ímpetu, y después de vencer alguna resistencia se apoderó de ochocientos prisioneros, setecientos fusiles, cinco cañones, cincuenta y dos cajones de parque, porción de víveres y otros pertrechos. Paris, sorprendido en medio del sueño, comprendió desde el primer momento que era inútil resistir y huyó protegido por la oscuridad y por el mismo desorden que había en su campamento.
Morelos sin haberse presentado todavía el mismo en el campo de batalla, había logrado por medio de sus tenientes, los Ávilas, batir con fuerzas inferiores a los realistas; y en el corto espacio de sus dos meses, habiendo empezado la campaña con veinticinco hombres que sacó de su curato, había reunido mas de dos mil fusiles, cinco cañones, porción de víveres y municiones, tomado todo al enemigo.
Tiempo es ya de que digamos lo que hacía en Guadalajara el generalísimo Hidalgo, en cuya ciudad le hemos visto entrar con gran pompa el 26 de noviembre de 1810, y recibir a Allende con marcadas demostraciones de aprecio a mediados del siguiente mes.
Tres días después de su llegada, el 29 de noviembre, publicó un bando aboliendo la esclavitud: “Que siendo, decía el primer considerando del decreto, contra los clamores de la naturaleza el vender a los hombres, quedan abolidas las leyes de la esclavitud, no solo en cuanto al tráfico y comercio que se hacía de ellos, sino también en lo relativo a las adquisiciones; de manera que conforme al plan del reciente gobierno puedan adquirir para si, como unos individuos libres al modo que se observa en las demás clases de la república, un cuya consecuencia, supuestas las declaraciones asentadas, deberán los amos, sean americanos o europeos, darles libertad dentro del término de diez días, so la pena de muerte que por inobservancia de este artículo se les aplicará”. La esclavitud, oprobio de la historia, existía en las colonias españolas de América para la raza africana, que vino a sustituir a la indígena en los trabajos de los campos ardientes de las costas.
En el mismo bando prescribía “que ninguno de los individuos de las castas de la antigua legislación que llevaban consigo la ejecutoría de su envilecimiento en las mismas cartas de pago del tributo que se les exigía, no lo pagasen en lo sucesivo, quedando sustituido este nocivo impuesto con el de un dos por ciento de alcabala para los efectos de la tierra y con el de tres para los de Europa”. Hidalgo continuó con la organización de su gobierno; nombró para el giro de los negocios dos ministros, el uno con el título de Gracia y Justicia, y el otro con el mas extenso e indeterminado de Estado y del Despacho. El primero fue confiado al joven abogado guanajuatense don José María Chico; el segundo se dio al abogado don Ignacio López Rayón, que ejercía las funciones de secretario del generalísimo. Este último fue quien propuso a Hidalgo la adopción de un plan que evitando la dilapidación de los bienes embargados a los españoles, les hiciese servir al sostenimiento de la guerra de Independencia.
Por estos días el gobierno de la revolución nombró a don Pascual Ortiz de Letona, joven Guatemalteco que residía en Guadalajara y que había obtenido el empleo de mariscal de campo, plenipotenciario ante el Congreso de los Estados Unidos de América, para ajustar y arreglar con alianza ofensiva y defensiva, tratados de comercio útil y lucroso para ambas naciones y en cuanto mas conviniese a la felicidad de los dos países. Mientras tanto, del otro lado, en Texas se alzaba un pueblo libre que a costa de grandes esfuerzos había afianzado su independencia por lo que los revolucionarios Mexicanos creyesen hallar auxilio y sostén en ese pueblo.
Hasta entonces la revolución había carecido del poderoso medio de la imprenta para propagar sus principios. Dueños los Indpendientes de la ciudad de Guadalajara, aprovecharon arma tan eficaz y el primer número del DESPERTADOR AMERICANO, periódico establecido por Hidalgo, apareció el 20 de diciembre de 1810. Lo redactaba el doctor don Francisco Severo Maldonado.
En el transcurso del mes de diciembre de 1810, los Independientes lograron armar y disciplinar siete batallones, seis escuadrones y dos compañías de artillería, que en todo formaban tres mil cuatrocientos hombres. Los almacenes del arsenal de San Blas proveyeron de municiones y de buena y poderosa artillería: cuarenta y tres cañones que sumados a los logrados en otros lugares, hicieron subir a cerca de cien bocas de fuego. Hidalgo resolvía por esos días, dar muerte a los españoles presos en Guadalajara; esta execrable disposición fue motivada, según algunos, por una denuncia que se hizo al caudillo de la Independencia de una conspiración tramada por los mismos presos. Mandó degollar mas de ochenta personas en el cerro de Las Bateas; las que ejecutaron en las barrancas de Guadalajara pasaron de setecientas; en el silencio de la noche, el torero Marroquín, un capitán llamado Vicente Loya, Muñiz, el terrible ejecutor de los asesinatos de Valladolid, Alatorre, Cajifa de Pénjamo, y Vargas de Cotija, sacaban a los españoles del Colegio de San Juan, del Seminario y otros edificios en que estaban presos. Llevábanlos a las barrancas cercanas a la ciudad y dábanles muerte, sepultando luego los cadáveres en largas y profundas zanjas. Este horrible degüello principió la noche del 12 de diciembre y se prolongó hasta las últimas del mismo mes.
Convenía a los jefes Independientes que entraron los primeros en Guadalajara cubrirse de todo ataque por el lado de occidente. . . . .
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