Mitología y religión griegas:Un politeismo desatado...
Los dioses griegos
Tras el derrocamiento de los Titanes emergió un nuevo panteón de dioses y diosas.
Entre los principales dioses griegos estaban los olímpicos (la limitación de su número a doce parece haber sido una idea comparativamente moderna) residiendo sobre el Olimpo bajo la mirada de Zeus.
Aparte de estos, los griegos adoraban a diversos dioses rupestres, al dios-cabra Pan, las ninfas —náyades que moraban en las fuentes, dríades en los árboles y nereidas en el mar—, dioses-río, sátiros y otros.
Además, había poderes oscuros del inframundo, como las Erinias (o Furias), que se decía que perseguían a los culpables de crímenes contra los parientes.
Para honrar al antiguo panteón griego, los poetas compusieron los himnos homéricos (un conjunto de 33 canciones).
- Gregory Nagy considera a «los más extensos himnos homéricos como simples preludios (comparados con la Teogonía), cada uno de los cuales invoca a un dios».
En la amplia variedad de mitos y leyendas que forman la mitología griega, las deidades que eran nativas de los pueblos griegos se describían como esencialmente humanas pero con cuerpos ideales.
- Según Walter Burkert la característica definitoria del antropomorfismo griego es que «los dioses griegos son personas, no abstracciones, ideas o conceptos».
Con independencia de sus formas esenciales, los antiguos dioses griegos tienen muchas habilidades fantásticas, siendo la más importante ser inmunes a las enfermedades y poder resultar heridos sólo bajo circunstancias altamente inusuales.
Los griegos consideraban la inmortalidad como característica distintiva de los dioses; inmortalidad que, al igual que su eterna juventud, era asegurada mediante el constante uso de néctar y ambrosía, que renovaba la sangre divina en sus venas.
Cada dios desciende de su propia genealogía, persigue intereses diferentes, tiene una cierta área de su especialidad y está guiado por una personalidad única; sin embargo, estas descripciones emanan de una multitud de variantes locales arcaicas, que no siempre coinciden entre ellas.
Cuando se aludía a estos dioses en la poesía, la oración o los cultos, se hacía mediante una combinación de su nombre y epítetos, que los identificaban por estas distinciones del resto de sus propias manifestaciones (por ejemplo Apolo Musageta era ‘Apolo [como] jefe de las Musas’).
Alternativamente el epíteto puede identificar un aspecto particular o local del dios, a veces se cree que arcaico ya durante la época clásica de Grecia.
La mayoría de los dioses estaba relacionados con aspectos específicos de la vida.
Por ejemplo, Afrodita era la diosa del amor y la belleza, mientras Ares era el dios de la guerra, Hades el de los muertos y Atenea la diosa de la sabiduría y el valor.
Algunas deidades como Apolo y Dioniso revelaban personalidades complejas y mezcolanza de funciones, mientras otros como Hestia (literalmente ‘hogar’) y Helios (literalmente ‘sol’) eran poco más que personificaciones.
Los templos más impresionantes tendían a estar dedicados a un número limitado de dioses, que fueron el centro de grandes cultos panhelénicos.
Era sin embargo común que muchas regiones y poblaciones dedicasen sus propios cultos a dioses menores.
Muchas ciudades también honraban a los dioses más conocidos con ritos locales característicos y les asociaban extraños mitos desconocidos en los demás lugares.
Durante la era heroica, el culto a los héroes (o semidioses) complementó a la de los dioses.
La edad de los dioses y los hombres
Uniendo la edad en la que los dioses vivían solos y la edad en la que la interferencia divina en los asuntos humanos era limitada había una edad de transición en la que los dioses y los hombres se mezclaban libremente.
Fueron estos los primeros días del mundo, cuando los grupos se mezclaban más libremente de lo que lo harían luego.
La mayoría de estas historias fueron luego narradas por Ovidio en Las metamorfosis y se dividen a menudo en dos grupos temáticos: historias de amor e historias de castigo.
Las historias de amor solían incluir el incesto o la seducción o violación de una mujer mortal por parte de un dios, resultando en una descendencia heroica.
Estas historias sugieren generalmente que las relaciones entre dioses y mortales son algo a evitar, incluso las relaciones consentidas raramente tienen finales felices.
En unos pocos casos, una divinidad femenina se empareja con un hombre mortal, como en el Himno homérico a Afrodita, donde la diosa yace con Anquises concibiendo a Eneas. El matrimonio de Peleo y Tetis, del que nació Aquiles, es otro de estos mitos.
El segundo tipo de historias (las de castigo) trata de la apropiación o invención de algún artefacto cultural importante, como cuando Prometeo roba el fuego a los dioses, cuando éste o Licaón inventa los sacrificios, cuando Tántalo roba néctar y ambrosía de la mesa de Zeus y los da a sus propios súbitos, revelándoles los secretos de los dioses, cuando Deméter enseña la agricultura y los Misterios a Triptólemo, o cuando Marsias inventa el aulos y se enfrenta en un concurso musical con Apolo.
Las aventuras de Prometeo marcan «un punto entre la historia de los dioses y la del hombre».
Un fragmento de papiro anónimo, datado en el siglo III adC, retrata vívidamente el castigo de Dioniso al rey de Tracia, Licurgo, cuyo reconocimiento del nuevo dios llegó demasiado tarde, ocasionando horribles castigos que se extendieron hasta la otra vida.
La historia de la llegada de Dioniso para establecer su culto en Tracia fue también el tema de una trilogía de Esquilo.
En otra tragedia, Las bacantes de Eurípides, el rey de Tebas, Penteo, es castigado por Dioniso por haber sido irrespetuoso con él y espiado a las Ménades, sus adoradoras.
La edad heroica
La época en la que vivieron los héroes se conoce como edad heroica.
La poesía épica y genealógica creó ciclos de historias agrupadas en torno a héroes o sucesos particulares y estableció las relaciones familiares entre los héroes de las diferentes historias, organizando así las historias en secuencia.
- Según Ken Dowden «hay incluso un efecto saga: podemos seguir los destinos de algunas familias en generaciones sucesivas».
Tras la aparición del culto heroico, los dioses y los héroes constituyen la esfera sacra y son invocados juntos en los juramentos, dirigiéndoseles oraciones. En contraste con la edad de los dioses, durante la heroica la relación de héroes carece de forma fija y definitiva; ya no nacen grandes dioses, pero siempre pueden surgir nuevos dioses del ejército de los muertos. Otra importante diferencia entre el culto a los héroes y a los dioses que el héroe se convierte en el centro de la identidad del grupo local.
Los sucesos monumentales de Heracles se consideran el comienzo de la edad de los héroes. También se adscriben a ella tres grandes sucesos militares: la expedición argonáutica y la Guerra de Troya, así como la guerra tebana.
Heracles y los Heráclidas
Heracles con su hijo Télefo (Museo del Louvre, París).Véase también: Heracles y Heráclidas
Tras la complicada mitología de Heracles probablemente hubo un hombre real, quizás un cacique-vasallo del reino de Argos. Sin embargo, tradicionalmente Heracles era el hijo de Zeus y Alcmena, nieta de Perseo.
Sus fantásticas hazañas en solitario, con sus muchos temas folclóricos, proporcionaron mucho material a las leyendas populares. Es retratado como un sacrificador, mencionado como fundador de los altares e imaginado como un comensal voraz, papel éste en el que aparece en las comedias, mientras su lamentable final proporcionó mucho material para las tragedias: Heracles es considerada por Thalia Papadopoulou «una obra de gran importancia para el examen de otros dramas euripideos». En el arte y la literatura Heracles era representado como un hombre enormemente fuerte de altura moderada, siendo su arma característica el arco pero también frecuentemente la clava. Las vasijas pintadas demuestran la popularidad inigualable de Heracles, apareciendo su lucha con el león muchos cientos de veces.
Heracles también entró en la mitología y el culto etruscos y romanos, y la exclamación mehercule se hizo tan familiar a los romanos como Herakleis lo fue para los griegos. En Italia fue adorado como un dios de los mercaderes y el comercio, si bien otros también le rezaban por sus dones característicos de buena suerte y rescate del peligro.
Heracles logró el más alto prestigio social mediante su puesto de ancestro oficial de los reyes dorios. Esto sirvió probablemente como legitimación para las migraciones dorias al Peloponeso. Hilo, el héroe epónimo de una tribu doria, se convirtió en un Heráclida, nombre que recibían los numerosos descendientes de Heracles, entre los que se contaban Macaria, Lamos, Manto, Bianor, Tlepolemo y Télefo. Estos Heráclidas conquistaron los reinos peloponesos de Micenas, Esparta y Argos, reclamando según la leyenda el derecho a gobernarlos debido a su ascendencia. Su ascenso al poder se denomina frecuentemente «invasión doria». Los reyes lidios y más tarde los macedonios, como gobernantes del mismo rango, también pasaron a ser Heráclidas.
Otros miembros de la primera generación de héroes, como Perseo, Deucalión, Teseo y Belerofonte, tienen muchos rasgos en común con Heracles. Como él, sus hazañas son en solitario, fantásticas y bordeando el cuento de hadas, pues mataron monstruos como la Quimera y la Medusa. Enviar a un héroe a una muerte segura es también un tema frecuente en esta primera tradición heroica, como en los casos de Perseo y Belerofonte.
Los dioses griegos
Tras el derrocamiento de los Titanes emergió un nuevo panteón de dioses y diosas.
Entre los principales dioses griegos estaban los olímpicos (la limitación de su número a doce parece haber sido una idea comparativamente moderna) residiendo sobre el Olimpo bajo la mirada de Zeus.
Aparte de estos, los griegos adoraban a diversos dioses rupestres, al dios-cabra Pan, las ninfas —náyades que moraban en las fuentes, dríades en los árboles y nereidas en el mar—, dioses-río, sátiros y otros.
Además, había poderes oscuros del inframundo, como las Erinias (o Furias), que se decía que perseguían a los culpables de crímenes contra los parientes.
Para honrar al antiguo panteón griego, los poetas compusieron los himnos homéricos (un conjunto de 33 canciones).
- Gregory Nagy considera a «los más extensos himnos homéricos como simples preludios (comparados con la Teogonía), cada uno de los cuales invoca a un dios».
En la amplia variedad de mitos y leyendas que forman la mitología griega, las deidades que eran nativas de los pueblos griegos se describían como esencialmente humanas pero con cuerpos ideales.
- Según Walter Burkert la característica definitoria del antropomorfismo griego es que «los dioses griegos son personas, no abstracciones, ideas o conceptos».
Con independencia de sus formas esenciales, los antiguos dioses griegos tienen muchas habilidades fantásticas, siendo la más importante ser inmunes a las enfermedades y poder resultar heridos sólo bajo circunstancias altamente inusuales.
Los griegos consideraban la inmortalidad como característica distintiva de los dioses; inmortalidad que, al igual que su eterna juventud, era asegurada mediante el constante uso de néctar y ambrosía, que renovaba la sangre divina en sus venas.
Cada dios desciende de su propia genealogía, persigue intereses diferentes, tiene una cierta área de su especialidad y está guiado por una personalidad única; sin embargo, estas descripciones emanan de una multitud de variantes locales arcaicas, que no siempre coinciden entre ellas.
Cuando se aludía a estos dioses en la poesía, la oración o los cultos, se hacía mediante una combinación de su nombre y epítetos, que los identificaban por estas distinciones del resto de sus propias manifestaciones (por ejemplo Apolo Musageta era ‘Apolo [como] jefe de las Musas’).
Alternativamente el epíteto puede identificar un aspecto particular o local del dios, a veces se cree que arcaico ya durante la época clásica de Grecia.
La mayoría de los dioses estaba relacionados con aspectos específicos de la vida.
Por ejemplo, Afrodita era la diosa del amor y la belleza, mientras Ares era el dios de la guerra, Hades el de los muertos y Atenea la diosa de la sabiduría y el valor.
Algunas deidades como Apolo y Dioniso revelaban personalidades complejas y mezcolanza de funciones, mientras otros como Hestia (literalmente ‘hogar’) y Helios (literalmente ‘sol’) eran poco más que personificaciones.
Los templos más impresionantes tendían a estar dedicados a un número limitado de dioses, que fueron el centro de grandes cultos panhelénicos.
Era sin embargo común que muchas regiones y poblaciones dedicasen sus propios cultos a dioses menores.
Muchas ciudades también honraban a los dioses más conocidos con ritos locales característicos y les asociaban extraños mitos desconocidos en los demás lugares.
Durante la era heroica, el culto a los héroes (o semidioses) complementó a la de los dioses.
La edad de los dioses y los hombres
Uniendo la edad en la que los dioses vivían solos y la edad en la que la interferencia divina en los asuntos humanos era limitada había una edad de transición en la que los dioses y los hombres se mezclaban libremente.
Fueron estos los primeros días del mundo, cuando los grupos se mezclaban más libremente de lo que lo harían luego.
La mayoría de estas historias fueron luego narradas por Ovidio en Las metamorfosis y se dividen a menudo en dos grupos temáticos: historias de amor e historias de castigo.
Las historias de amor solían incluir el incesto o la seducción o violación de una mujer mortal por parte de un dios, resultando en una descendencia heroica.
Estas historias sugieren generalmente que las relaciones entre dioses y mortales son algo a evitar, incluso las relaciones consentidas raramente tienen finales felices.
En unos pocos casos, una divinidad femenina se empareja con un hombre mortal, como en el Himno homérico a Afrodita, donde la diosa yace con Anquises concibiendo a Eneas. El matrimonio de Peleo y Tetis, del que nació Aquiles, es otro de estos mitos.
El segundo tipo de historias (las de castigo) trata de la apropiación o invención de algún artefacto cultural importante, como cuando Prometeo roba el fuego a los dioses, cuando éste o Licaón inventa los sacrificios, cuando Tántalo roba néctar y ambrosía de la mesa de Zeus y los da a sus propios súbitos, revelándoles los secretos de los dioses, cuando Deméter enseña la agricultura y los Misterios a Triptólemo, o cuando Marsias inventa el aulos y se enfrenta en un concurso musical con Apolo.
Las aventuras de Prometeo marcan «un punto entre la historia de los dioses y la del hombre».
Un fragmento de papiro anónimo, datado en el siglo III adC, retrata vívidamente el castigo de Dioniso al rey de Tracia, Licurgo, cuyo reconocimiento del nuevo dios llegó demasiado tarde, ocasionando horribles castigos que se extendieron hasta la otra vida.
La historia de la llegada de Dioniso para establecer su culto en Tracia fue también el tema de una trilogía de Esquilo.
En otra tragedia, Las bacantes de Eurípides, el rey de Tebas, Penteo, es castigado por Dioniso por haber sido irrespetuoso con él y espiado a las Ménades, sus adoradoras.
La edad heroica
La época en la que vivieron los héroes se conoce como edad heroica.
La poesía épica y genealógica creó ciclos de historias agrupadas en torno a héroes o sucesos particulares y estableció las relaciones familiares entre los héroes de las diferentes historias, organizando así las historias en secuencia.
- Según Ken Dowden «hay incluso un efecto saga: podemos seguir los destinos de algunas familias en generaciones sucesivas».
Tras la aparición del culto heroico, los dioses y los héroes constituyen la esfera sacra y son invocados juntos en los juramentos, dirigiéndoseles oraciones. En contraste con la edad de los dioses, durante la heroica la relación de héroes carece de forma fija y definitiva; ya no nacen grandes dioses, pero siempre pueden surgir nuevos dioses del ejército de los muertos. Otra importante diferencia entre el culto a los héroes y a los dioses que el héroe se convierte en el centro de la identidad del grupo local.
Los sucesos monumentales de Heracles se consideran el comienzo de la edad de los héroes. También se adscriben a ella tres grandes sucesos militares: la expedición argonáutica y la Guerra de Troya, así como la guerra tebana.
Heracles y los Heráclidas
Heracles con su hijo Télefo (Museo del Louvre, París).Véase también: Heracles y Heráclidas
Tras la complicada mitología de Heracles probablemente hubo un hombre real, quizás un cacique-vasallo del reino de Argos. Sin embargo, tradicionalmente Heracles era el hijo de Zeus y Alcmena, nieta de Perseo.
Sus fantásticas hazañas en solitario, con sus muchos temas folclóricos, proporcionaron mucho material a las leyendas populares. Es retratado como un sacrificador, mencionado como fundador de los altares e imaginado como un comensal voraz, papel éste en el que aparece en las comedias, mientras su lamentable final proporcionó mucho material para las tragedias: Heracles es considerada por Thalia Papadopoulou «una obra de gran importancia para el examen de otros dramas euripideos». En el arte y la literatura Heracles era representado como un hombre enormemente fuerte de altura moderada, siendo su arma característica el arco pero también frecuentemente la clava. Las vasijas pintadas demuestran la popularidad inigualable de Heracles, apareciendo su lucha con el león muchos cientos de veces.
Heracles también entró en la mitología y el culto etruscos y romanos, y la exclamación mehercule se hizo tan familiar a los romanos como Herakleis lo fue para los griegos. En Italia fue adorado como un dios de los mercaderes y el comercio, si bien otros también le rezaban por sus dones característicos de buena suerte y rescate del peligro.
Heracles logró el más alto prestigio social mediante su puesto de ancestro oficial de los reyes dorios. Esto sirvió probablemente como legitimación para las migraciones dorias al Peloponeso. Hilo, el héroe epónimo de una tribu doria, se convirtió en un Heráclida, nombre que recibían los numerosos descendientes de Heracles, entre los que se contaban Macaria, Lamos, Manto, Bianor, Tlepolemo y Télefo. Estos Heráclidas conquistaron los reinos peloponesos de Micenas, Esparta y Argos, reclamando según la leyenda el derecho a gobernarlos debido a su ascendencia. Su ascenso al poder se denomina frecuentemente «invasión doria». Los reyes lidios y más tarde los macedonios, como gobernantes del mismo rango, también pasaron a ser Heráclidas.
Otros miembros de la primera generación de héroes, como Perseo, Deucalión, Teseo y Belerofonte, tienen muchos rasgos en común con Heracles. Como él, sus hazañas son en solitario, fantásticas y bordeando el cuento de hadas, pues mataron monstruos como la Quimera y la Medusa. Enviar a un héroe a una muerte segura es también un tema frecuente en esta primera tradición heroica, como en los casos de Perseo y Belerofonte.
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