Anuncio

Collapse
No announcement yet.

Taller del Alquimista...

Collapse
X
 
  • Filter
  • Hora
  • Show
Clear All
new posts

  • Re: Taller del Alquimista...

    Cuando AMO:


    Cuando Amo renuncio a discusiones vanas.


    Cuando Amo no me importa que represento.


    Cuando Amo soy.


    Cuando Amo recibo y doy.


    Cuando Amo las cargas no lo son.


    Cuando Amo no hay batallas.


    Cuando Amo necesito y hablo.


    Cuando Amo una mujer y sus frutos serán.


    Y Cuando Amo soy humano y tengo miedo y me canso y me inquieto no soy perfecto ni pretendo.


    No busco ni prometo Cuando Amo simplemente Amo.


    Solo INTENTO en mi ser AMAR y que se libere la llama de ternura, Carino, pasión que habita en mi, que se funda en la de alguien mas.


    Que la fuerza vital genere su dirección y cuando este cansado abatido derrotado me recuerde el porque Amo.


    Y de nuevo me de directriz.


    Y que conozca mi Amor para ser símil con el.


    Si lo es. Lo Sera!!


    Y que pronto me acomode de nuevo los pesos para seguir Intentando esto maravilloso que es el Amor.


    A pesar de mi, de mis filias, de mis fobias, necesidades y errores.


    El Amor Sera siempre mas grande.


    Y mi humanidad imperfecta y llena de temores podrá ser confortada con un bálsamo ligero y espiritual.


    Que siempre hasta hoy me hace falta.
    NADA DE LO HUMANO ME ES AJENO, SOLO ME HAGO MEDIO PENDEJO EN VECES PA DESPISTAR A LOS OJETES

    Comment


    • Re: Taller del Alquimista...

      Ah, cuanta verdad y sabiduría, en eso no hay problema, el problema es cuando NO se ama...
      Te extrañaría aunque no nos hubiéramos conocido...

      Comment


      • Re: Taller del Alquimista...

        Ahora sí los dos me dejaron a obscuras.
        Lo que dice El Alqui, es muy hermoso, es cierto y es lo que todo el mundo aspira a sentir en algún momento y a inspirar en el mismo momento pero a ti no te entendí Bug?
        Entendi lo que dijiste pero no lo que quisiste decir.

        Comment


        • Re: Taller del Alquimista...

          Originalmente publicado por Tatiana Ver post
          Ahora sí los dos me dejaron a obscuras.
          Lo que dice El Alqui, es muy hermoso, es cierto y es lo que todo el mundo aspira a sentir en algún momento y a inspirar en el mismo momento pero a ti no te entendí Bug?
          Entendi lo que dijiste pero no lo que quisiste decir.
          Ya creo que fue de Bug solo un desahogo emocional.
          NADA DE LO HUMANO ME ES AJENO, SOLO ME HAGO MEDIO PENDEJO EN VECES PA DESPISTAR A LOS OJETES

          Comment


          • Re: Taller del Alquimista...

            Saludos Alquimista. ¿Cómo estás?

            Comment


            • Re: Taller del Alquimista...

              Hola Alqui, tienes razón.
              Las emociones no se entienden se sienten, se comparten; el amor es la razón de la sin razón?
              Saludos

              Comment


              • Re: Taller del Alquimista...

                Lo que quise decir que si no se ama entonces no tiene sentido todo lo que dijo el Alqui.
                Te extrañaría aunque no nos hubiéramos conocido...

                Comment


                • Re: Taller del Alquimista...

                  Saludos querido Alqui!
                  Espero que estés muy bien, por favor disculpame que no he podido hacer lo que platicamos por exceso de chamba.
                  ¿Qué pasó con el siguiente capítulo de la historia? ¿El papá de la nena se escabecha al buen Carlitos?

                  Un abrazote y lindo finde.
                  LunaAzul disfrazada
                  La sonrisa cuesta menos que la electricidad y da más luz

                  Comment


                  • Re: Taller del Alquimista...

                    Vaya!, al parecer todas, hasta culo, tienen necesidad de amar, excepto bug ¿será que está satisfecha? yo creo que si. A la mejor bug estaria de acuerdo con que

                    Cuando amo, no pienso en que es amar, solo amo.

                    Comment


                    • Re: Taller del Alquimista...

                      Concuerdo contigo y no Aturo, yo amo si total y profundamente, pero me gusta reflexionar sobre lo que siento me complazgo en ello.
                      Te extrañaría aunque no nos hubiéramos conocido...

                      Comment


                      • Re: Taller del Alquimista...

                        Cuento de Klar... Entrega número 6.5

                        Si alguien alguna vez ha visto a alguien encabronado, lo que se dice encabronado o encabronado, puede estar seguro que no ha visto nada con el encabronamiento que el General experimentó y por supuesto demostró en esa noche tan memorable.
                        Carlitos el pendejo y su Azuka particular, prácticamente volaron en convoy de estado, de las felicitaciones lastimeras de la madre de aquél a las mentadas graneadas e insultos a discresión del General indómito.
                        El General había escalado puestos desde lo más bajo del ejército para llegar a ser uno de los nombres más respetados en los círculos castrenses nacionales e internacionales. De extracción casi pordiosera, se caracterizó desde pequeño por una inteligencia natural fuera de lo común. Ni la desnutrición ni los malos tratos le hicieron mella en el físico, que si bien no era descomunal, presumía de una genética de entre atlética y corpulenta. Hombros anchos y cintura breve que no había podido ser rellenada ni por las pingues interminables comidas de Estado ni por sus últimamente sedentarios hábitos. Con demasiada frecuencia parecía más apto físicamente que sus propios guardias y en los actos solemnes más de un Presidente o Secretario de Defensa lo acomodaban lejos para que en la foto no fuera a sobresalir. Cosa que pasaba de todos modos. Toda esa carrocería, se veía realzada por perpetua e impecable postura militar. Frente orgullosa, barbilla levantada, cuello de amplia dimensión, postura firme y paso bien apretado, lo convertían en el ícono perfecto de alguien dedicado a la violencia institucional.
                        Con esa presencia difícil de evitar con la mirada en donde quiera que se parara, no obstante la edad, jamás le había sido difícil hacerse entender con pocas palabras y casi nulos gestos. Había perfeccionado con los años una manera de hablar casi en susurros lacónicos, lo que obligaba a los interlocutores a prestar más atención de la habitual a cada una de sus palabras. Su jerarquía y su porte lo hacían el centro de atención, cosa que bien le gustaba aunque no lo confesara jamás. Con casi nadie en el país de su rango y con un pequeño puñado de amigos encumbrados de su nivel, era imposible que alguien lo viera tuteándose con alguien, intercambiando sonoras carcajadas o platicas poco solemnes. Infundía gran respeto por su finos modales, pero a la hora de los madrazos, infundía terror.
                        Cuenta la leyenda, que por su estatura, corpulencia, inteligencia natural y resistencia al dolor, fue líder de todos los grupos a los que hubiera pertenecido. A duras penas se costeó la escuela gratuita. Y aunque “es gratuita”, trabajó desde los 7 años para pagar uniformes, útiles y toda la pléyade de chucherías que piden las maestras para toda clase de actividades pendejas durante todo el año: El Día del Trabajo, el Día del Amor y la Amistad, el Día de la Primavera, el Día del Niño, el Día de las Madres, el Día del Padre, el Día de la Independencia, el Día de la Revolución, el Día de la Expropiación Petrolera, el Día de la Independencia, el Día de Muertos, etc, etc, etc, y la interminable lista de material didáctico extra que pedían día con día para la tarea. Así fue, periodiquero, bolero, mandadero, cerillo, ayudante de zapatero y aprendiz de albañil.
                        Su suerte comenzó a cambiar cuando acabando la secundaria fue a echar con el maistro un murete en una casotota, de un entonces General que casualmente se apellidaba igual que él y ambos como un antiguo jerarca militar y militante fundador del partido político, entonces en el poder.
                        Después de acabar el murete, se prestó para todo tipo de mandados en la casa del General. Trabajó con tanta hambre y con tanto esmero que el General vio en él lo que todo mundo vería después: lealtad, amistad, entrega, hambre, servicio, inteligencia y una casi inocencia. Lo adoptó como a un hijo. Poco a poco le fue dando mayores responsabilidades, primero dentro de su casa, luego en sus negocios y finalmente lo recomendó ampliamente al Colegio Militar. Como compartían apellido, muchos inmediatamente lo asumieron como hijo o sobrino del General, aunque ambos lo negaban cuando alguien se atrevía a preguntar, la negativa, para los que preguntaban sólo era símbolo inequívoco de que así era. Así es la política.
                        NADA DE LO HUMANO ME ES AJENO, SOLO ME HAGO MEDIO PENDEJO EN VECES PA DESPISTAR A LOS OJETES

                        Comment


                        • Re: Taller del Alquimista...

                          Me encanta tu narrativa y esa manera tan sabrosa de describir, jejejeje me he imaginado al general en su apariencia y enojado por supuesto. Tuve un jefe teniente coronel, jajajaja se le parece mucho, y a pesar de lo cuadrado, cerrado y duro, lo llegue a apreciar mucho, tanto que me daba el lujo de bromear con él.
                          Ah que tiempos, quien sabes que sería de ese señor, porque a pesar de todo no puedo negar que era manipulador y controlador, ahí fue dónde choqué con él, pero no le perdi ni el repeto ni el afecto.
                          Te extrañaría aunque no nos hubiéramos conocido...

                          Comment


                          • Re: Taller del Alquimista...

                            Cuento de Klar... 7o Entrega

                            Pero lo que le valió desde los primeros años, colocarse en situación privilegiada fue, como todo lo que realmente importa en la vida, un golpe de suerte y algo de su rasgo distintivo de personalidad, la lealtad.
                            Era un verano como cualquier otro. Cursaba su último año de internado como cadete en el Heroico Colegio Militar, cuando fue designado por su nivel de aptitud física y académica a un intercambio en Paris. Entre los otros designados había un hijo de un Presidente en turno, quién después de descubrir las noches de Paris, se aficionó tanto a la Champaña, al Cognac y a las apestosas parisienses que parecía que más bien iba en misión suicida. Ese hijo presidencial forjó buena amistad con el General, a quién buscaba para pedir consejo, protección o desmadre. Tanto uno como otro eran respetados por todos los demás cadetes. Uno por ser hijo del Presidente y el otro, primero, por hacerse respetar por mérito propio y después, por ser el mejor amigo del hijo del Presidente. Así las cosas.
                            Una mañana, como todas la mañanas, pues resultó que llegó de intempestivo, una revisión por parte del Estado Mayor Francés. Debían evaluar los avances en los objetivos del Plan de Intercambio, pasar revista a los cadetes y terminar en un pequeño acto simbólico en el Monumento a los Caídos. Era bien conocido en el círculo militar mexicano, que el hijo del Presidente era un bohemio consumado y como siempre pasa en esos casos, trabajaban horas extras para proteger al chamaquito y para taparle sus desmadres. Nadie se atrevía a decirle al Presidente que su hijo era un pedote de clase mundial y mujeriego tipo Pancho Villa. Tal vez al Presidente no le hubiera importado mucho, pero como dije, nadie tenía el valor para balconear al chamaco desmadroso. Por el contrario, cada que el Presidente preguntaba, le decían que era un esforzado cadete, digno de todos los honores habidos y por haber.
                            Pero Francia era otra cuestión. Cuando habían ingresado al plan de intercambio, habían leído y firmado un reglamento estricto, como estrictas son las reglas en las fuerzas armadas. Y claramente en el reglamento no se hacía distinción a hijos de presidentes, sheijs, marajás o príncipes. Por el contrario, desde que llegaron, uno de los sargentos responsables del entrenamiento, traía al hijo del presidente a puro pan y ajo.
                            La mañana mencionada, resulta que el chamaco del Presidente, se puso una peda de albañil y se quedó dormido en un hotelucho cerca del Mercado de la Pulgas, abrazado de tres apestosas europeas, una española y dos francesas.
                            El Reglamento de Intercambio decía claramente en francés, idioma que no conocía el hijo del Presidente, por lo que firmó de inmediato sin enterarse de nada, que aquél cadete que fuera sorprendido en grave falta, sería exhibido públicamente y recibiría medidas correctivas por parte de su superior inmediato. Nadie de los mexicanos lo sabía, pero el pequeño ritual de corrección que se le aplicaba a los cadetes descarriados, era que entre diez de sus compañeros se desvestía al descarriado, se le bañaba a cubetada limpia, se le confinaba en una esquina durante el resto del día, independientemente del estado del tiempo y al caer el sol, el superior jerárquico, con el espadín de mando le asestaba entre las nalgas y el lomo de entre 10 y 20 madrazos con el canto de un espadín de mando. Así que el hijo presidencial estaba a punto de recibir una madriza.
                            Lo que pasó después, le valió a nuestro General, una meteórica ascensión en los círculos castrenses, ratificó su liderazgo y pavimentó su futuro. Esa mañana se convirtió en el héroe particular del hijo del Presidente, cuando al percatarse que su amigo desmadroso no volvió, tomó su lugar en la fila y al pasar revista, gritó firme y claramente su nombre. El sargento que platicábamos, por supuesto que sabía que ese no era el hijo del Presidente, pero ante la delegación de superiores, no se atrevió a hacer el exabrupto de interrumpir la pequeña ceremonia de revista y también es bien sabido, que en las instituciones castrenses de aquí o de allá o de más allá, la lealtad y el valor son respetadas. Y el sargento vio en el gesto de sacrificio por el amigo una actitud digna de respeto, aunque al haberse puesto en su lugar, le valdría el cargar con las consecuencias.
                            Nuestro General, en realidad actuó por instinto para proteger al amigo. Tampoco hablaba francés y también firmó el reglamento a lo guey. Así que no sabía la madriza que se le esperaba. Así pues, al día siguiente, al tocar dianas, diez de sus compañeros lo encueraron, lo bañaron a cubetadas con agua fría en el centro del patio, luego fue confinado a una esquina donde no daba el sol y al final del día recibió religiosamente 10 espadazos de la mano fuerte de un sargento galo, ante la mirada atenta de todos los demás cadetes. Lo que para otro, en otras circunstancias hubiera sido honor y desprestigio, para nuestro amigo era, honor y gloria.

                            Cada madrazo que recibió por el hijo del Presidente, sería a futuro una puerta abierta y una mano extendida. Así que ya que sabemos más o menos de quién estamos hablando, pasemos a la madriza que le esperaba al pendejo del Carlitos.

                            ... continuará.
                            NADA DE LO HUMANO ME ES AJENO, SOLO ME HAGO MEDIO PENDEJO EN VECES PA DESPISTAR A LOS OJETES

                            Comment


                            • Re: Taller del Alquimista...

                              Cuento de Klar... 8va entrega.

                              Cuando llegaron los dos estúpidos a la casa del General, casi hasta estaban tranquilos. Casi hasta convencidos de que el destino los había unido de una manera sutil y dulce sólo reservada a los privilegiados. En su inmadurez y casi adolescente estupidez, se hacían conquistadores de nuevos mundos y realidades tomados de la mano como amantes perpetuos. Las felicitaciones de la madre de Carlos fueron una especie de infusión de ajenjo para sus alterados sentidos.

                              A esas alturas, el General ya comenzaba a estar impaciente. Su hija nunca llegaba tan tarde y menos a media semana. Como buen militar y persona de disciplina y hábitos, sabía que cuando las personas se salían de la rutina, algo no andaba del todo bien y se había presentado alguna contingencia. Había ya llamado en un par de ocasiones a su hija, la cual le había contestado lacónicamente que estaba en casa de Carlos y que no tardaría. Trató de averiguar más con el personal de la escolta de la niña, pero sólo le confirmaban la información dada por ella. Estaban en casa de Carlos, sin razón que ellos supieran y la cuestión así estaría hasta nuevo aviso. Tanto la niña como los escoltas sabían cuando la voz del General adquiría tonos más severos que de costumbre. Su hija lo sabía, pero generalmente lo pasaba por alto y hasta procuraba exasperar más a su papá con sus conductas berrinchudas. Ella sabía que era la adoración del padre y nada que ella pudiera hacer, sacaría jamás al veterano militar de sus casillas. Sin embargo los escoltas sabían que no existían mucha distancia entre el enojo del jerarca y alguna consecuencia grave que jamás era injusta.

                              El General había prolongado su estancia en la mesa, después de cenar. De hecho se había entretenido deliberadamente dándole pequeños pellizcos a una concha de chocolate y dando pequeños sorbitos a su café. Platicaba distraídamente con su esposa de cosas de él y escuchaba consecuentemente las cosas de ella. Sobra decir que ninguno de los dos estaba realmente interesado en la plática del otro. A ella en alguna época, muy corta por cierto, le habían interesado las pláticas de su marido. Seguía con cuidado sus labios y procuraba memorizar lugares y nombres que salían de esa importantísima boca, para después presumirle a sus amigas en los desayunos palaciegos, que si su marido iría con el Sr. Ogarrio a planificar la política de Seguridad Nacional; que si su marido, había ordenado la implementación del Plan DN3 en tal o cual zona del país; que si su marido acompañaría al Sr Presidente a la gira por el Oriente. Después se aburrió y más cuando se dio cuenta que a sus amigas del “jet set” le valía poco menos que madre cualquier comentario suyo con respecto a las implementaciones de su marido de planes R o M o X o Y. En general a ninguna de esas princesas de rancho les quería decir nada ninguno de los nombres o planes que tuvieran que ver con el quehacer de estado. Eran mejor recibidas las pláticas de cosméticos, dietas, métodos de cirugía, que si vieron a tal con su amante, que si tal ya es amante de no se quién, y en general los temas que si pueden manejar las esposas premio, las esposas juguete o las esposas trofeo, tan recurridas en los altos círculos de la política.

                              Por su parte el general como persona bien nacida y de extracción humilde, era un buen platicador y un escucha condescendiente. Por supuesto que le valía supermadres si a fulana de tal le habían hecho una lipoescultura o un peelin o le habían puesto hilos rusos o persas o aztecas, en la cara o en las nalgas. Por supuesto que no tenía ni la menor idea de la diferencia entre una liposucción y una lipoescultura, ni le importaba Daisy Fuentes andaba con Luis Miguel. Pero escuchaba con fingida atención el río de inconsecuencias que salían de su artificalmente hermosísima esposa.

                              Si, su esposa si era una esposa trofeo. A él en realidad le exasperaba esa ausencia de carnes en la cadera, le rebotaban esas groseras pelotas insertas en sus pechos y en sus nalgas. Le reventaba que por las noches al tratar de abrazarla, se le encajaran en la panza los huesos de su cadera y que sus brazos fueran tan frágiles. Amaba ese colorido arcoíris de fragancias que de ella salían. Adoraba que en la cenas fuera el foco de atención de los reflectores. Adoraba secretamente que en más de una ocasión le hubieran insinuado veladamente que si no la quería compartir en la cama con más de un presidente, pero definitivamente él sabía que esa en realidad no era una mujer. Jamás había recibido de su mano una tortilla caliente, un guisado bien hecho. Nunca un reclamo airado con suficiente energía, nunca un reproche, nunca un sentimiento profundo. Nunca un manaso ni una cachetada. Nunca nada de pasión. Ella era una mujer light en muchos sentidos y aunque por una parte era cómodo, por otra, para alguien con tanta energía como el general, resultaba un remedo.

                              Cuando andaba “en campaña”, se procuraba invariable y discretamente de amantes más bien más rellenitas, con senos amplios y frondosos, con caderas suficientes y hombros fuertes. Tal vez con un poquito de sobrepeso, pero no mucho. Durante algunos años frecuentó regularmente a una mujer más bien morena, más bien de mediano tamaño y mucha carne bien distribuida sin que llegara a ser exagerada o gorda. Un poco morena y manos bien fuertes que sabía hacer pozole y tortillas, que sabía acariciar a un hombre como él, con caricias firmes y besotes profundos. Una mujer bien fuerte en muchos sentidos, sensible, apasionada, generosa en sus carnes y en sus decires. Jamás le tomó distancia al General por su posición, jamás lo respetó por las insignias, jamás lo vio como un uniforme. Esa mujer era tal vez la única que lo había visto llorar o reír a carcajadas groseras. Era la única que lo había oído echarse un eructo o un pedo y la única que lo había hecho pensar en separarse de su mundo de poder y de todo lo que le rodeaba. Pero un día ella se cansó de no ser la mera mera un poco por necesidad de hombre permanente y un poco por despecho, se casó con un carpintero que extrañamente amaneció un día muerto a las afueras de su taller. Ella siempre sospechó de él aunque siempre lo negó y jamás realmente le perdonó. Seguía siendo su confidente y amiga aunque jamás ya su amante. Pero esa es otra historia.

                              A su esposa la tomó como quién toma un trofeo de la tienda de trofeos. Hermana de uno de sus compañeros del Colegio Militar, su matrimonio le aseguraba una mujer de excepcional belleza, de posición social acorde a sus grados militares y la lealtad de los militares allegados a ella. Es decir, complementaba de muchos modos e impulsaba su carrera militar y política. Físicamente era una pelirroja natural de gran estatura y ojos de color miel muy claros, cuello largo, dientes perfectos semejantes a los de una caballo pero que se le veían muy bien en esa enorme boca de ese enorme y hermoso rostro. Un rostro anguloso pero maravillosamente estético. No era una pelirroja desabrida, por el contrario. Estaba chulísima. Y aunque jamás podría haber dicho con convicción el General que la amaba, en ocasiones lo dudaba cuando tenía a su hija entre sus brazos.

                              Para él esa hija suya, era algo más que cuestión de amor. En realidad desde la primera vez que la vio, operó en el general, una especie de maravillosa catarsis que lo volvió loco. A él lo correteaban permanentemente miles de complejos, producto de su cuna humilde. Su familia era pobre y morena. Hombres y mujeres bien toscos, bien maleducados, bien prietos, bien ignorantes, bien jodidos y él uno de ellos. Ahora era una persona educada, importante, rica y refinada, pero esos demonios le seguían desde la infancia. Él y su familia eran prietos y feos. Y en la niñez incluso en su núcleo humilde vio como su madre y hermanos sufrían humillaciones por su condición.

                              Ver a su hija entre los brazos de su madre, entre las sábanas de un hospital carísimo, rodeado de colores y aromas artificiales, rodeado de doctores y enfermeras esperados en el bienestar de la madre y la niña, para el significaban la verdadera coronación. Ninguna estrella colgada del uniforme, ninguna águila en la placa de sus vehículos y ninguna puerta abierta de encumbradísimo nivel representaban para él mayor éxito, que el ver a su pequeña hija abrazada por su artificial madre en ese hospital . Lo había logrado. En ese momento se dio cuenta que había ascendido hasta lo más alto del complejo social, hasta ese momento se dio cuenta que era un hombre poderoso. Siempre había visto su posición como una responsabilidad y como una gran carga que soportar diligentemente. En ese momento cayó en cuenta que poseía gran poder y que había logrado grandes éxitos en la vida, pero no había reparado en ello, porque no tenía con quién compartirlos que realmente amara. Ahora todo su poder estaba a disposición de esa pequeña bolita de carne casi transparente de escasos cabellos rubios.

                              Después de ella, la mujer no había tenido más hijos. El General lo atribuía a su estrechez de caderas y desnutrición de tanta y tanta dieta. Así que después de un tiempo, todos se resignaron a que su progenie sería de un solo individuo. En este caso indivudua. Así pues, la pequeña desmadrosa fue el ama y señora de los cariños de su madre y mucho más de su padre.

                              Y así la cosas, ahí ante él se presentaba su tesoro y el imbécil de Carlos. El imbécil que había hecho de su única hija su puta. Aunque es de mérito decir que tal vez ella fue la que hizo su juguete al desabrido de lentes blindados. Saludaron un una sonrisa nerviosa que no gustó nada al General.

                              ... continuará.
                              NADA DE LO HUMANO ME ES AJENO, SOLO ME HAGO MEDIO PENDEJO EN VECES PA DESPISTAR A LOS OJETES

                              Comment


                              • Re: Taller del Alquimista...

                                Jejeje se está poniendo más interesante, jajajaja ya veo al general echando humo por las orejas...
                                Te extrañaría aunque no nos hubiéramos conocido...

                                Comment

                                Working...
                                X