Re: Hace 200 años . . . . .
El feroz despotismo desplegado por el coronel realista Arredondo en el ejercicio de sus funciones de gobernador del Nuevo Santander, desde mediados de 1811, hizo huir a los Estados Unidos de América a muchos Mexicanos distinguidos. Uno de ellos, don Bernardo Gutierrez de Lara, vecino de Revilla, vió confiscados sus bienes, y ardiendo en deseos de venganza no tardó en entablar relaciones con Mr. Monroe, secretario de Estado, a la sazón, en el gobierno de aquella poderosa república. Las gestiones de Gutierrez de Lara se dirigían a solicitar de ese ministro auxilios pecunarios y de armas para fomentar la guerra de Independencia, pero Mr. Monroe se los hizo esperar con la condición de que en México se adoptase una forma de gobierno igual a la de los Estados Unidos, que sirviese de medio a la incorporación del primero de estos países al segundo.
Indignose Gutierrez de Lara al oir aquella proposición y dio punto final a sus relaciones con el secretario de Estado; empero el gobierno de Washigton creyó conveniente a sus ambiciosas miras el envio de agentes secretos a México que preparasen el terreno utilizando la seducción, la intriga y los emisarios, y recomendaban a su celo el dictar todas las providencia que contrastasen las tramas del gobierno ambicioso de los Estados Unidos, para que en ocasión mas o menos próxima se efectuase la incorporación de este país a la ya vasta y potente confederación. Estos intentos del gobierno Americano fueron denunciados al virey Venegas por el ministro plenipotenciario de España en Washignton don Luis de Onis:
“Este gobierno, -decía al virey el diplomático Español en nota reservada de 1º. de abril de 1812- se ha propuesto nada menos que fijar sus límites en la embocadura del rio del Norte o Bravo, siguiendo su curso hasta el grado 31° y desde allí, tirando una línea recta hasta el mar Pacífico, tomándose, por consiguiente, las provincias de Texas, Nuevo Santander, Coahuila, Nuevo México, y parte de la provincia de Nueva Vizcaya y la Sonora. Pracerá un deliro este proyecto a toda persona sensata, pero no es menos seguro que el proyecto existe, y que se ha levantado un plano expresamente de estas provincias por orden del gobierno, incluyendo también en dichos límites la isla de Cuba, como una pertenencia natural de esta república.”
Venegas, justamente alarmado, ordenó a las autoridades que le obedecían la aprehensión de los agentes secretos que llegasen a descubrir en sus respectivas demarcaciones. Mientras tanto, persistiendo Gutierrez de Lara en su propósito de no dar oídos a las proposiciones del gobierno americano, solicitó y obtuvo el auxilio de algunos aventureros cuyo número ascendió a cuatrocientos cincuenta; al frente de estos ocupó a principios de agosto de 1812 la villa de Nagcodoches (Texas), que encontró abandonada; apoderose en seguida del presidio de la Trinidad y sorprendió la bahía del Espíritu Santo, donde se hizo dueño de los pertrechos y municiones allí almacenados por el gobierno virreinal. Pero el gobernador de la provincia don Manuel Salcedo y el coronel don Simón Herrera, gobernador que fue de Nuevo Leon y que se hallaba entonces en Texas mandando un cuerpo de observación, no tardaron mucho en reponerse del asombro que les cuasó tan atrevida empresa, y reuniendo todos los soldados de que pudieron disponer, fueron a sitiar a Gutierrez de Lara en Espíritu Santo.
Fue la defensa de este jefe valientemente sostenida: rechazó todos los asaltos que los realistas intentaron contra la plaza, y les obligó a encerrrase en su campamento donde los hostilizaban incesantemente las partidas que destacaba la plaza, formadas de excelentes tiradores que causaban gran mortandad en las filas españolas. Insostenible llegó a ser la situación de los jefes Salcedo y Herrera, y conociéndolo asi levantaron el sitio el 1° de febrero de 1813 y se retiraron en dirección a Bexar. Siguioles Gutierrez de Lara con todas sus fuerzas, y alcanzándoles en un lugar llamado el Rosillo, los derrotó por completo quitándoles toda su artillería, sus municiones y bagajes; los pocos que pudieron escapar, siendo de este número Herrera y Salcedo, huyeron a refugiarse en Bexar donde se entregaron por capitulación el 1° de abril con la garantía de vida.
Ocupada la capital de Texas, estableció Gutierrez de Lara en ella una junta de gobierno, compuesta de individuos elegidos popularmente, la que, a manera de consejo de guerra, había de juzgar a los prisioneros. Algunos extranjeros que habían sido admitidos por el gobierno español, se declararon por la revolución y vinieron a ser sus mas ardientes sectarios, pero alborotose la población al saber que habían alcanzado gracia de vida los coroneles Salcedo y Herrera, que tanto participio tuvieron en la aprehensión y muerte de don Miguel Hidalgo y sus ilustres compañeros, y aunque Gutierrez de Lara hizo grandes esfuerzos para calmar los ánimos, no pudo impedir que el pueblo se echase sobre la guardia que los custodiaba y que los degollase a corta distancia de Bexar el 5 de abril de 1813.
Grande fue el disgusto de Calleja al saber estos sucesos, por la importancia que en si tenían y también por la amistad que le ligaba con el coronel don Simón de Herrera, y deseoso de reprimir violentamente a los Independientes y de vengar la muerte de su amigo, confirió al coronel Arredondo el empleo de comandante general de la Provincias Internas de Oriente; ordenó que marchase a engrosar la división de este el regimiento de Extremadura, recién llegado a Veracruz, y dio instrucciones al sanguinario jefe que acabamos de nombrar para que sin pérdida de tiempo se dirigiese a contrastar las victoriosas tropas de Gutierrez de Lara.
El traidor Elizondo, que militaba a las órdenes del nuevo comandante general de Provincias Internas, avanzó al frente de una división acampando a la vista de Bexar en un paraje llamado El Alazán; allí le atacó Gutierrez de Lara el 20 de junio de 1813, y después de una acción porfiada y sangrienta, lo derrotó completamente haciéndole huir con los restos de su tropa hasta el presidio de Rio Grande; apresuró su marcha Arredondo al saber el descalabro sufrido por el traidor Elizondo, y después de incorporar a su división los pocos soldados que este le presentó, hizo su entrada al suelo Texano el 26 de julio al frente de dos mil hombres de infantería y caballería con doce cañones. Lenta y difícil hubo de ser para Arredondo su marcha a través del vasto desierto que se extendía desde las márgenes del Rio Bravo hasta Bexar, y el 17 de agosto llegó al punto llamado Las Rancherías, donde supo que los Independientes avanzaban a su encuentro.
Notables cambios habían ocurrido, entretanto, en el campamento de los Independientes: procedente de los Estados Unidos se había presentado en tierras de Texas el oficial de la marina española Alvarez de Toledo, que fue representante de la isla de Santo Domingo en las Cortes Constituyentes de Cadiz, de cuya asamblea desertó en abril de 1811, publicando un manifiesto contra ellas. Desde Natchitoques participó su llegada a Gutierrez de Lara ofreciéndole sus servicios en calidad de segundo, pero este no solo no lo admitió, sino que le ordenó que se retirase. Entonces Alvarez Toledo valiéndose de una imprenta volante que traia consigo, imprimió una proclama en que desacreditando a Gutierrez de Lara hacía magnificos ofrecimientos a los Independientes que le confiasen la dirección de la empresa.
Diéronle oídos los aventureros que hasta entonces habían obedecido a Gutierrez de Lara, y los que formaban la junta de Bexar ordenaron a este que entregara a Alvarez el mando y los útiles y pertrechos de la expedición. Hizolo asi Lara, pero despechado al ver desconocidos sus afanes y claros sevicios, se retiró a los Estados Unidos de América. Tal fue la revolución que se había consumado en el campo de los Independientes, mientras Arredondo atravesaba con grandes fatigas los desiertos australes de Texas.
El feroz despotismo desplegado por el coronel realista Arredondo en el ejercicio de sus funciones de gobernador del Nuevo Santander, desde mediados de 1811, hizo huir a los Estados Unidos de América a muchos Mexicanos distinguidos. Uno de ellos, don Bernardo Gutierrez de Lara, vecino de Revilla, vió confiscados sus bienes, y ardiendo en deseos de venganza no tardó en entablar relaciones con Mr. Monroe, secretario de Estado, a la sazón, en el gobierno de aquella poderosa república. Las gestiones de Gutierrez de Lara se dirigían a solicitar de ese ministro auxilios pecunarios y de armas para fomentar la guerra de Independencia, pero Mr. Monroe se los hizo esperar con la condición de que en México se adoptase una forma de gobierno igual a la de los Estados Unidos, que sirviese de medio a la incorporación del primero de estos países al segundo.
Indignose Gutierrez de Lara al oir aquella proposición y dio punto final a sus relaciones con el secretario de Estado; empero el gobierno de Washigton creyó conveniente a sus ambiciosas miras el envio de agentes secretos a México que preparasen el terreno utilizando la seducción, la intriga y los emisarios, y recomendaban a su celo el dictar todas las providencia que contrastasen las tramas del gobierno ambicioso de los Estados Unidos, para que en ocasión mas o menos próxima se efectuase la incorporación de este país a la ya vasta y potente confederación. Estos intentos del gobierno Americano fueron denunciados al virey Venegas por el ministro plenipotenciario de España en Washignton don Luis de Onis:
“Este gobierno, -decía al virey el diplomático Español en nota reservada de 1º. de abril de 1812- se ha propuesto nada menos que fijar sus límites en la embocadura del rio del Norte o Bravo, siguiendo su curso hasta el grado 31° y desde allí, tirando una línea recta hasta el mar Pacífico, tomándose, por consiguiente, las provincias de Texas, Nuevo Santander, Coahuila, Nuevo México, y parte de la provincia de Nueva Vizcaya y la Sonora. Pracerá un deliro este proyecto a toda persona sensata, pero no es menos seguro que el proyecto existe, y que se ha levantado un plano expresamente de estas provincias por orden del gobierno, incluyendo también en dichos límites la isla de Cuba, como una pertenencia natural de esta república.”
Venegas, justamente alarmado, ordenó a las autoridades que le obedecían la aprehensión de los agentes secretos que llegasen a descubrir en sus respectivas demarcaciones. Mientras tanto, persistiendo Gutierrez de Lara en su propósito de no dar oídos a las proposiciones del gobierno americano, solicitó y obtuvo el auxilio de algunos aventureros cuyo número ascendió a cuatrocientos cincuenta; al frente de estos ocupó a principios de agosto de 1812 la villa de Nagcodoches (Texas), que encontró abandonada; apoderose en seguida del presidio de la Trinidad y sorprendió la bahía del Espíritu Santo, donde se hizo dueño de los pertrechos y municiones allí almacenados por el gobierno virreinal. Pero el gobernador de la provincia don Manuel Salcedo y el coronel don Simón Herrera, gobernador que fue de Nuevo Leon y que se hallaba entonces en Texas mandando un cuerpo de observación, no tardaron mucho en reponerse del asombro que les cuasó tan atrevida empresa, y reuniendo todos los soldados de que pudieron disponer, fueron a sitiar a Gutierrez de Lara en Espíritu Santo.
Fue la defensa de este jefe valientemente sostenida: rechazó todos los asaltos que los realistas intentaron contra la plaza, y les obligó a encerrrase en su campamento donde los hostilizaban incesantemente las partidas que destacaba la plaza, formadas de excelentes tiradores que causaban gran mortandad en las filas españolas. Insostenible llegó a ser la situación de los jefes Salcedo y Herrera, y conociéndolo asi levantaron el sitio el 1° de febrero de 1813 y se retiraron en dirección a Bexar. Siguioles Gutierrez de Lara con todas sus fuerzas, y alcanzándoles en un lugar llamado el Rosillo, los derrotó por completo quitándoles toda su artillería, sus municiones y bagajes; los pocos que pudieron escapar, siendo de este número Herrera y Salcedo, huyeron a refugiarse en Bexar donde se entregaron por capitulación el 1° de abril con la garantía de vida.
Ocupada la capital de Texas, estableció Gutierrez de Lara en ella una junta de gobierno, compuesta de individuos elegidos popularmente, la que, a manera de consejo de guerra, había de juzgar a los prisioneros. Algunos extranjeros que habían sido admitidos por el gobierno español, se declararon por la revolución y vinieron a ser sus mas ardientes sectarios, pero alborotose la población al saber que habían alcanzado gracia de vida los coroneles Salcedo y Herrera, que tanto participio tuvieron en la aprehensión y muerte de don Miguel Hidalgo y sus ilustres compañeros, y aunque Gutierrez de Lara hizo grandes esfuerzos para calmar los ánimos, no pudo impedir que el pueblo se echase sobre la guardia que los custodiaba y que los degollase a corta distancia de Bexar el 5 de abril de 1813.
Grande fue el disgusto de Calleja al saber estos sucesos, por la importancia que en si tenían y también por la amistad que le ligaba con el coronel don Simón de Herrera, y deseoso de reprimir violentamente a los Independientes y de vengar la muerte de su amigo, confirió al coronel Arredondo el empleo de comandante general de la Provincias Internas de Oriente; ordenó que marchase a engrosar la división de este el regimiento de Extremadura, recién llegado a Veracruz, y dio instrucciones al sanguinario jefe que acabamos de nombrar para que sin pérdida de tiempo se dirigiese a contrastar las victoriosas tropas de Gutierrez de Lara.
El traidor Elizondo, que militaba a las órdenes del nuevo comandante general de Provincias Internas, avanzó al frente de una división acampando a la vista de Bexar en un paraje llamado El Alazán; allí le atacó Gutierrez de Lara el 20 de junio de 1813, y después de una acción porfiada y sangrienta, lo derrotó completamente haciéndole huir con los restos de su tropa hasta el presidio de Rio Grande; apresuró su marcha Arredondo al saber el descalabro sufrido por el traidor Elizondo, y después de incorporar a su división los pocos soldados que este le presentó, hizo su entrada al suelo Texano el 26 de julio al frente de dos mil hombres de infantería y caballería con doce cañones. Lenta y difícil hubo de ser para Arredondo su marcha a través del vasto desierto que se extendía desde las márgenes del Rio Bravo hasta Bexar, y el 17 de agosto llegó al punto llamado Las Rancherías, donde supo que los Independientes avanzaban a su encuentro.
Notables cambios habían ocurrido, entretanto, en el campamento de los Independientes: procedente de los Estados Unidos se había presentado en tierras de Texas el oficial de la marina española Alvarez de Toledo, que fue representante de la isla de Santo Domingo en las Cortes Constituyentes de Cadiz, de cuya asamblea desertó en abril de 1811, publicando un manifiesto contra ellas. Desde Natchitoques participó su llegada a Gutierrez de Lara ofreciéndole sus servicios en calidad de segundo, pero este no solo no lo admitió, sino que le ordenó que se retirase. Entonces Alvarez Toledo valiéndose de una imprenta volante que traia consigo, imprimió una proclama en que desacreditando a Gutierrez de Lara hacía magnificos ofrecimientos a los Independientes que le confiasen la dirección de la empresa.
Diéronle oídos los aventureros que hasta entonces habían obedecido a Gutierrez de Lara, y los que formaban la junta de Bexar ordenaron a este que entregara a Alvarez el mando y los útiles y pertrechos de la expedición. Hizolo asi Lara, pero despechado al ver desconocidos sus afanes y claros sevicios, se retiró a los Estados Unidos de América. Tal fue la revolución que se había consumado en el campo de los Independientes, mientras Arredondo atravesaba con grandes fatigas los desiertos australes de Texas.
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