Re: Hace 200 años . . . . .
. . . .El incansable guerrillero Albino García, saliendo de sus guaridas de Valle de Santiago y Salvatierra, aparecía en la cumbre del cerro de San Miguel que domina Guanajuato por el rumbo del Sur. Desde las primeras horas del 26 de noviembre de 1811, las fuerzas de Albino García empezaron a dirigir vivísimo fuego de cañón y fusilería sobre la ciudad, sin causar mucho daño, tanto por la distancia a que esta se halla de la cumbre de San Miguel como por la torpe puntería de los asaltantes.
Pocos eran los defensores de Guanajuato mandados por el conde de Pérez Gálvez, quien por primera vez se hallaba en una acción de guerra; intentaron, sin embargo, atacar por la espalda la posición del enemigo, subiendo para ello una columna por el sendero estrecho y pendiente que con el nombre de Espinazo empieza en el barrio del Venado y termina en la cumbre del cerro San Miguel; pero fueron muertos su jefe el capitán español Riva y muchos de los que la formaban, y los que salieron ilesos se concentraron precipitadamente en la plaza. Descendieron entonces en ruidoso tropel los Insurgentes ocupando parte de la ciudad, y con un cañón que colocaron en la plazuela de San Diego rompieron el fuego contra las t.r.i.n.c.h.e.r.a.s realistas que sostuvieron con valor tan impetuosa acometida.
Por un momento creyeron los pobladores de Guanajuato que la ciudad iba a caer irremisiblemente en poder de los Independientes; pero animando a los defensores el español Argonz púsose al frente de los mas esforzados, y echándose con arrojo sobre el cañón situado en la plazuela logró apoderarse de él y tornarlo contra los asaltantes. Un repique a vuelo en la parroquia celebró triunfo tan inesperado y desconcertó a los soldados de Albino que mas perdieron ánimo al saber que algunas tropas realistas, procedentes de León y Silao, dejábanse ver en aquellos momentos por el camino de este último punto. El temido guerrillero resolvió desde luego retirarse, y así lo hizo con desordenada precipitación dirigiéndose a la hacienda de las Cuevas. A poco rato llegó el refuerzo esperado de Leon y Silao, pero habiendo manifestado los jefes de aquellas fuerzas la intención de retirarse, recelosos de que Albino se dirigiese a aquellos puntos, fue grande la inquietud de los vecinos de Guanajuato, que por su lado temían que volviese y todos se disponían a abandonar la ciudad. ¡Tanto era el terror que inspiraba el manco Garcia en aquella provincia!
Los pueblos de San Miguel, Dolores, y San Felipe fueron saqueados por las partidas de Albino García, al igual que otros muchos lugares de la rica Intendencia que cayeron en manos de los Independientes, realizándose por completo los temores que abrigó siempre Calleja y que le hicieron retardar su marcha sobre Zitácuaro, a pesar de las órdenes reiteradas de Venagas. En los últimos días de noviembre llegó a Acámbaro el general Calleja, situándose en seguida en San Felipe del Obraje, donde se detuvo parte de diciembre de 1811, en espera de los obuses y municiones que debía recibir de la capital del virreinato, y para dar tiempo al movimiento combinado de las tropas de Porlier, que procedente de Toluca debía concurrir al ataque de Zitácuaro.
Justo es que consignemos en este lugar un hecho histórico que ha perpetuado con legítimo orgullo el pueblo de la antigua Valladolid. Alzábase en la plazuela de Las Ánimas de esta ciudad una vieja iglesia destinada a principios del siglo para reclusión de señoras; la esposa del jefe Independiente Villalongín, perseguida por el gobierno español, fue encerrada en esa reclusión con la mira de obligar de este modo a su marido a que depusiese las armas. Lejos de que el jefe ya mencionado desistiese con este atentado de sus patrióticos propósitos, y aprovechando la ausencia de Trujillo, quien se había dirigido a Acámbaro a hablar con Calleja, se presentó un día en las puertas de Valladolid acompañado de una pequeña fuerza, entró en la ciudad a despecho de la guarnición realista, llegó a la plazuela de Las Ánimas y extrajo de la reclusión a su esposa con gran sorpresa de los guardias y de la ciudad entera. Salió acto continuo de la población y permaneció todo el día a la vista de ella, sin que se atreviesen a atacarlo. Con razón el ayuntamiento de la antigua Valladolid, en 1868, mandó que en memoria de hecho tan insigne, la vieja plazuela de Las Ánimas se llamase en lo de adelante de Villalongín.
Preciso es que ahora consignemos los principales hechos de guerra que acontecieron en otros rumbos del vasto virreinato en los últimos meses de 1811 . . . . .
. . . .El incansable guerrillero Albino García, saliendo de sus guaridas de Valle de Santiago y Salvatierra, aparecía en la cumbre del cerro de San Miguel que domina Guanajuato por el rumbo del Sur. Desde las primeras horas del 26 de noviembre de 1811, las fuerzas de Albino García empezaron a dirigir vivísimo fuego de cañón y fusilería sobre la ciudad, sin causar mucho daño, tanto por la distancia a que esta se halla de la cumbre de San Miguel como por la torpe puntería de los asaltantes.
Pocos eran los defensores de Guanajuato mandados por el conde de Pérez Gálvez, quien por primera vez se hallaba en una acción de guerra; intentaron, sin embargo, atacar por la espalda la posición del enemigo, subiendo para ello una columna por el sendero estrecho y pendiente que con el nombre de Espinazo empieza en el barrio del Venado y termina en la cumbre del cerro San Miguel; pero fueron muertos su jefe el capitán español Riva y muchos de los que la formaban, y los que salieron ilesos se concentraron precipitadamente en la plaza. Descendieron entonces en ruidoso tropel los Insurgentes ocupando parte de la ciudad, y con un cañón que colocaron en la plazuela de San Diego rompieron el fuego contra las t.r.i.n.c.h.e.r.a.s realistas que sostuvieron con valor tan impetuosa acometida.
Por un momento creyeron los pobladores de Guanajuato que la ciudad iba a caer irremisiblemente en poder de los Independientes; pero animando a los defensores el español Argonz púsose al frente de los mas esforzados, y echándose con arrojo sobre el cañón situado en la plazuela logró apoderarse de él y tornarlo contra los asaltantes. Un repique a vuelo en la parroquia celebró triunfo tan inesperado y desconcertó a los soldados de Albino que mas perdieron ánimo al saber que algunas tropas realistas, procedentes de León y Silao, dejábanse ver en aquellos momentos por el camino de este último punto. El temido guerrillero resolvió desde luego retirarse, y así lo hizo con desordenada precipitación dirigiéndose a la hacienda de las Cuevas. A poco rato llegó el refuerzo esperado de Leon y Silao, pero habiendo manifestado los jefes de aquellas fuerzas la intención de retirarse, recelosos de que Albino se dirigiese a aquellos puntos, fue grande la inquietud de los vecinos de Guanajuato, que por su lado temían que volviese y todos se disponían a abandonar la ciudad. ¡Tanto era el terror que inspiraba el manco Garcia en aquella provincia!
Los pueblos de San Miguel, Dolores, y San Felipe fueron saqueados por las partidas de Albino García, al igual que otros muchos lugares de la rica Intendencia que cayeron en manos de los Independientes, realizándose por completo los temores que abrigó siempre Calleja y que le hicieron retardar su marcha sobre Zitácuaro, a pesar de las órdenes reiteradas de Venagas. En los últimos días de noviembre llegó a Acámbaro el general Calleja, situándose en seguida en San Felipe del Obraje, donde se detuvo parte de diciembre de 1811, en espera de los obuses y municiones que debía recibir de la capital del virreinato, y para dar tiempo al movimiento combinado de las tropas de Porlier, que procedente de Toluca debía concurrir al ataque de Zitácuaro.
Justo es que consignemos en este lugar un hecho histórico que ha perpetuado con legítimo orgullo el pueblo de la antigua Valladolid. Alzábase en la plazuela de Las Ánimas de esta ciudad una vieja iglesia destinada a principios del siglo para reclusión de señoras; la esposa del jefe Independiente Villalongín, perseguida por el gobierno español, fue encerrada en esa reclusión con la mira de obligar de este modo a su marido a que depusiese las armas. Lejos de que el jefe ya mencionado desistiese con este atentado de sus patrióticos propósitos, y aprovechando la ausencia de Trujillo, quien se había dirigido a Acámbaro a hablar con Calleja, se presentó un día en las puertas de Valladolid acompañado de una pequeña fuerza, entró en la ciudad a despecho de la guarnición realista, llegó a la plazuela de Las Ánimas y extrajo de la reclusión a su esposa con gran sorpresa de los guardias y de la ciudad entera. Salió acto continuo de la población y permaneció todo el día a la vista de ella, sin que se atreviesen a atacarlo. Con razón el ayuntamiento de la antigua Valladolid, en 1868, mandó que en memoria de hecho tan insigne, la vieja plazuela de Las Ánimas se llamase en lo de adelante de Villalongín.
Preciso es que ahora consignemos los principales hechos de guerra que acontecieron en otros rumbos del vasto virreinato en los últimos meses de 1811 . . . . .
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