La adulación al poderoso debe ser tan vieja como la humanidad; pero la historia nos enseña que existe una relación inversa entre espíritu público y adulación. en las épocas en que la moral de los pueblos es mas alta, las relaciones de los gobernados con quienes gobiernan mantienen una mayor sobriedad en la expresión. Cuando la adulación al gobernante florece, puede hablarse con seguridad de una época de crisis moral.
La adulación y su consecuencia, el servilismo, pueden llegar a extremos inconcebibles. Se cuenta, por ejemplo, que Julio Africano, uno d elos mas notables oradores romanos, fue comisionado por la Galia para hacer patente a Nerón los sentimientos de dicha provincia, con motivo del pseudosuicidio de Agripina, a quien su hijo mandó a asesinar. "César -le dijo el enviado- la provincia de las Galias te ruega que soportes con valor tus dichas".
Se cuenta también que cuando el Rey Sol, siguiendo la costumbre de la época, solemnemente hacía uso de la chaise percée (la silla dorada), ante príncipes y princesas de sangre, ministros y altos dignatarios, no faltaban quienes fingían percibir en su olfato los mas dulces y suaves aromas que se podían imaginar.
En México nos sobran ejemplos: el monumento a la pierna de Santa Anna en el panteón de Santa Paula; los bronces porfirianos al "Héroe de la Paz"; la nomenclatura del presidente en turno, aplicada a filosofías, doctrinas, vestuario, actitudes, ciudades, calles, plazas, puentes, escuelas, etc.
No obstante lo anterior y aún cuando sin llegar a la discreción deseada, en mucho se habían aminorado en los últimos periodos presidenciales las prácticas adulatorias.
En este sentido, la sociedad ha avanzado y ahora se cuestiona lo que antes era incuestionable... y eso es bueno, ninguna autoridad no debe ni puede ser un personaje intocable por que esto lo vuelve irresponsable, hay que señalar los errores de la autoridad, pero sin dejar de reconocer los propios, sin apasionamientos, pero sin buscar cabezas de turco. Para todo gobierno tiene menos peligro el libre ejercicio el libre ejercicio de la opinión pública, que señala errores, que esa adulación que ciega interesadamente.
Hay que suprimir el adjetivo implorante y lisonjero en las relaciones entre autoridades y quienes están bajo su cargo, hay que quitarle ese atuendo de dispensador de todos los bienes y víctima de todos los males con que la adulación lo ha investido.
Lo anterior no implica descargar en ningún ejecutivo la resolución de todos los problemas que nos aquejan, ya que es una responsabilidad que todos debemos compartir.
Vivimos una época de constantes sacrificios y acomodamientos, solo la actitud responsable y moral en todos nuestros actos nos permitirá señalar responsabilidades, solamente el sacrificio personal de cada uno podrá evitar un despeñamiento que será inevitable si cada quien se reduce a buscar de manera egoísta su propio acomodo.
De la opinión de las mayorías hacia la autoridad debe partir una colaboración real, sin servilismo. De la autoridad en favor de la opinión, deben exigirse una crítica sana y las rectificaciones que se necesitan por el bien de todos...
Saludos... se vale opinar...
La adulación y su consecuencia, el servilismo, pueden llegar a extremos inconcebibles. Se cuenta, por ejemplo, que Julio Africano, uno d elos mas notables oradores romanos, fue comisionado por la Galia para hacer patente a Nerón los sentimientos de dicha provincia, con motivo del pseudosuicidio de Agripina, a quien su hijo mandó a asesinar. "César -le dijo el enviado- la provincia de las Galias te ruega que soportes con valor tus dichas".
Se cuenta también que cuando el Rey Sol, siguiendo la costumbre de la época, solemnemente hacía uso de la chaise percée (la silla dorada), ante príncipes y princesas de sangre, ministros y altos dignatarios, no faltaban quienes fingían percibir en su olfato los mas dulces y suaves aromas que se podían imaginar.
En México nos sobran ejemplos: el monumento a la pierna de Santa Anna en el panteón de Santa Paula; los bronces porfirianos al "Héroe de la Paz"; la nomenclatura del presidente en turno, aplicada a filosofías, doctrinas, vestuario, actitudes, ciudades, calles, plazas, puentes, escuelas, etc.
No obstante lo anterior y aún cuando sin llegar a la discreción deseada, en mucho se habían aminorado en los últimos periodos presidenciales las prácticas adulatorias.
En este sentido, la sociedad ha avanzado y ahora se cuestiona lo que antes era incuestionable... y eso es bueno, ninguna autoridad no debe ni puede ser un personaje intocable por que esto lo vuelve irresponsable, hay que señalar los errores de la autoridad, pero sin dejar de reconocer los propios, sin apasionamientos, pero sin buscar cabezas de turco. Para todo gobierno tiene menos peligro el libre ejercicio el libre ejercicio de la opinión pública, que señala errores, que esa adulación que ciega interesadamente.
Hay que suprimir el adjetivo implorante y lisonjero en las relaciones entre autoridades y quienes están bajo su cargo, hay que quitarle ese atuendo de dispensador de todos los bienes y víctima de todos los males con que la adulación lo ha investido.
Lo anterior no implica descargar en ningún ejecutivo la resolución de todos los problemas que nos aquejan, ya que es una responsabilidad que todos debemos compartir.
Vivimos una época de constantes sacrificios y acomodamientos, solo la actitud responsable y moral en todos nuestros actos nos permitirá señalar responsabilidades, solamente el sacrificio personal de cada uno podrá evitar un despeñamiento que será inevitable si cada quien se reduce a buscar de manera egoísta su propio acomodo.
De la opinión de las mayorías hacia la autoridad debe partir una colaboración real, sin servilismo. De la autoridad en favor de la opinión, deben exigirse una crítica sana y las rectificaciones que se necesitan por el bien de todos...
Saludos... se vale opinar...
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