Re: Hace 200 años . . . . .
Fiel a la conducta política que había seguido en Celaya, Hidalgo convocó al ayuntamiento para que arreglase el gobierno de la intendencia, pues rendía grande y respetuoso homenaje a las autoridades que representaban el poder popular; procedió al nombramiento de alcaldes ordinarios nombrando para estos cargos al abogado don José Manuel de Rivera y a don José María Hernández Chico; ofreció el empleo de intendente y el grado de teniente general al alférez real don Fernando Pérez Marañón, y habiéndose excusado este, hizo sucesivamente igual propuesta a los regidores don José María Septien y don Pedro de Otero, los que tampoco admitieron. Irritado el jefe de la revolución por estas repulsas, designó para ejercer tan alto empleo a don José Francisco Gómez, que había sido ayudante mayor del regimiento provincial de Valladolid, previendo que admitiera el empleo sin excusa ni pretexto.
Dedicose luego don Miguel Hidalgo con empeño a organizar su cuerpo de ejército: de los pocos soldados que quedaban del batallón provincial formó una fuerza de artilleros destinada al manejo del los cañones que trataba de fundir; incorporó a sus tropas a los tres escuadrones del regimiento del Príncipe; levantó dos nuevos regimientos de infantería.
La falsa noticia de que el brigadier Calleja al frente de numerosas tropas había avanzado hacia Valenciana, después de pasar a cuchillo a cuantos hallaba a su paso, infundió grandísimo temor en los habitantes de Guanajuato la noche del 2 de octubre, y obligó a Hidalgo a poner sobre las armas a su gente, disponiendo que se iluminase la ciudad para evitar la confusión que produjera la obscuridad en los movimientos de si indisciplinado ejército; pronto se convenció el caudillo de la inexactitud de la noticia y así lo avisó a la ciudad. La gran cantidad de barras de plata tomadas en Granaditas le indicaron a Hidalgo la necesidad de crear una casa de moneda, la que en el espacio de algunos días quedó establecida por completo en la hacienda de San Pedro, bajo la dirección de don José María Robles, y de un modo tan perfecto, que las máquinas de aquella casa, hechas por artesanos de Guanajuato, se llevaron mas tarde a México para perfeccionar las del Apartado o establecimiento de acuñación del Rey.
Adoptadas estas y otras medidas y atento a la necesidad de propagar rápidamente la revolución en las provincias vecinas antes de comprometer el éxito en un choque con el ejército realista, Hidalgo decidió marchar sobre Valladolid, ciudad rica que aumentaría sus recursos y donde tenía numerosos amigos adictos a la causa de la independencia; así es que, dictadas sus últimas órdenes, hizo salir el 8 de octubre de 1810 para la capital de la vecina intendencia una división de tres mil hombres al mando de don José Mariano Jiménez, y el mismo, al frente del grueso del ejército, marchó dos días mas tarde siguiendo la misma dirección.
Tiempo es ya de que volvamos los ojos hacia la capital de la Nueva España para ver cual fue la actitud de la autoridad superior de la colonia ante sucesos tan ruidosos como inesperados. El recién llegado Virey Venagas, tuvo noticias de la conspiración de Querétaro pero no le alarmaron ni le hicieron dictar por lo pronto ninguna disposición vigorosa, pero uno tras otro, y sin darle tregua ni reposo, llegaron a sus manos los avisos de proclamación de la Independencia en Dolores, del gran número de gentes que seguían al cura Hidalgo, de la entrada en San Miguel el Grande, de su marcha aparente hacia Querétaro y, por último, de su entrada en Celaya. Venegas no vaciló sino el tiempo estrictamente necesario para examinar el peligro, pero convencido de que este era gravísimo adoptó una marcha vigorosa, propia de su enérgico carácter y de la dificultad misma de la situación. Quiso ante todo hacer oír su voz en el ámbito del reino dirigiendo un llamado a todos los habitantes excitándolos a la concordia y la obediencia de la autoridad en una proclama de fecha 23 de setiembre de 1810, la que termina con una serie de amenazas en su última parte, por lo que cuatro días mas tarde publicó el Virey Venegas el siguiente bando solemne, antes de acontecer la toma de Guanajuato:
DON FRANCISCO VENGAS DE SAAVEDRA, Rodríguez de Arenza, Güemes Mora, Pacheco Daza y Maldonado, Caballero de la Orden de Calatrava, Teniente General de los Reales Ejércitos, Virey, Gobernador y Capitán General de este N. E., Presidente de su Real Audiencia, Superintendente General, Subdelegado de la Real Hacienda, Minas, Azogue y Ramo del Tabaco, Juez Conservador de éste, Presidente de su Real Junta y Subdelegado general de Correos en el mismo Reino.
“Los inauditos y escandalosos atentados que han cometido y continúan cometiendo el cura de los Dolores Doctor Don Miguel Hidalgo y los capitanes del Regimiento de Dragones Provinciales de la Reina Don Ignacio Allende y Don Juan Aldama, que después de haber seducido a los incautos vecinos de dicho pueblo, los han llevado tumultuariamente y en forma de asonada, primero a la villa de San Miguel el Grande, y sucesivamente al pueblo de Chamacuero, a la ciudad de Celaya y al valle de Salamanca, haciendo en todos estos parajes la más infame ostentación de su inmoralidad y perversas costumbres; robando y saqueando las casas de los vecinos más honrados para saciar su vil codicia, y profanando con iguales insultos los claustros religiosos y los lugares mas sagrados: me han puesto en la necesidad de tomar prontas, eficaces y oportunas providencias para contenerlos y corregirlos, y de enviar tropas escogidas al cargo de jefes y oficiales de muy acreditado valor, pericia militar, fidelidad y patriotismo que sabrán arrollarlos y destruirlos con todos sus secuaces si se atreven a esperarlos y no toman antes el único recurso que les queda de una fuga precipitada para librarse del brazo terribles de la justicia, que habrá de descargar sobre ellos toda la severidad y rigor de las leyes como corresponde a la enormidad de sus delitos, no solo para imponerles el castigo que merecen como alborotadores de la tranquilidad pública, sino también para vindicar a los fidelísimos Americanos Españoles y naturales de este afortunado reino, cuya reputación, honor y lealtad inmaculada han intentado manchar osadamente queriendo aparentar una causa común contra sus amados hermanos los Europeos, y llegando hasta el sacrilegio medio de valerse de la sacrosanta imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, Patrona y Protectora de este reino, para deslumbrar a los incautos con esta apariencia religiosa, que no es otra cosa que la hipocresía mas impudente.
Y como puede suceder que arredrados de sus crímenes y espantados con la sola noticia de las tropas enviadas para perseguirlos se divaguen por otras poblaciones, haciendo iguales pillajes y atentando contra la vida de sus mismos paisanos, como lo hicieron en el citado pueblo, dando inhumana muerte a dos americanos y mutilando en San Miguel el Grande a otro, porque fieles a sus deberes no quisieron seguir su facción perversa; he tenido por oportuno que se comunique este aviso a todas las ciudades, villas, pueblos, reducciones, haciendas y rancherías de este reino para que todos se preparen contra la sorpresa de esos bandidos tumultuarios, y se dispongan a rechazarlos con la fuerza procurando su aprehensión en cualquier paraje donde pueda conseguirse: en el concepto de que a los que verificasen la de los tres principales cabecillas de la facción o les dieren muerte, que tan justamente merecen por sus horrorosos delitos, se les gratificará se les gratificará con la cantidad de diez mil pesos inmediatamente y se les atenderá con los demás premios y distinciones debidos a los restauradores del sosiego público, y en la inteligencia que se dará también igual premio y recompensa con el indulto de su complicidad a cualquiera que desgraciadamente los haya seguido en su partido faccionario, y loablemente arrepentido los entregue vivos o muertos. Y para que llegue a noticia de todos mando que, publicado por bando en esta capital, se circulen con toda prontitud y con los mismos fines los correspondientes ejemplares a los tribunales, magistrados, jefes y ministros a quienes toque su promulgación. Dado en el Real Palacio de México a 27 de setiembre de 1810.- Francisco Javier Venegas.- Por mando de su Excelencia, José Ignacio Negreiros y Soria.- Gaceta de México, número correspondiente al 28 de setiembre de 1810."
Urgíale a Venegas apresurar la salida de tropas para el interior, situando en Querétaro una fuerza respetable que al mismo tiempo cubriese esa importante ciudad y pudiera obrar oportunamente en combinación con la brigada de las tropas realistas situada en San Luis al mando del ya célebre don Félix Calleja del Rey. El 26 de setiembre salió para Querétaro toda la guarnición de la capital; nuevas tropas fueron llamadas a la capital: los regimientos provinciales de infantería de Puebla y las de Tres Villas, quedando en Orizaba el de Tlaxcala. Pero no bastando estas fuerzas, en sentir de Venegas, para asegurar la capital en presencia de una revolución que tan amenazadoramente se anunciaba, hizo venir a México la marinería de la fragata Atocha en que el mismo Virey había llegado.
Fiel a la conducta política que había seguido en Celaya, Hidalgo convocó al ayuntamiento para que arreglase el gobierno de la intendencia, pues rendía grande y respetuoso homenaje a las autoridades que representaban el poder popular; procedió al nombramiento de alcaldes ordinarios nombrando para estos cargos al abogado don José Manuel de Rivera y a don José María Hernández Chico; ofreció el empleo de intendente y el grado de teniente general al alférez real don Fernando Pérez Marañón, y habiéndose excusado este, hizo sucesivamente igual propuesta a los regidores don José María Septien y don Pedro de Otero, los que tampoco admitieron. Irritado el jefe de la revolución por estas repulsas, designó para ejercer tan alto empleo a don José Francisco Gómez, que había sido ayudante mayor del regimiento provincial de Valladolid, previendo que admitiera el empleo sin excusa ni pretexto.
Dedicose luego don Miguel Hidalgo con empeño a organizar su cuerpo de ejército: de los pocos soldados que quedaban del batallón provincial formó una fuerza de artilleros destinada al manejo del los cañones que trataba de fundir; incorporó a sus tropas a los tres escuadrones del regimiento del Príncipe; levantó dos nuevos regimientos de infantería.
La falsa noticia de que el brigadier Calleja al frente de numerosas tropas había avanzado hacia Valenciana, después de pasar a cuchillo a cuantos hallaba a su paso, infundió grandísimo temor en los habitantes de Guanajuato la noche del 2 de octubre, y obligó a Hidalgo a poner sobre las armas a su gente, disponiendo que se iluminase la ciudad para evitar la confusión que produjera la obscuridad en los movimientos de si indisciplinado ejército; pronto se convenció el caudillo de la inexactitud de la noticia y así lo avisó a la ciudad. La gran cantidad de barras de plata tomadas en Granaditas le indicaron a Hidalgo la necesidad de crear una casa de moneda, la que en el espacio de algunos días quedó establecida por completo en la hacienda de San Pedro, bajo la dirección de don José María Robles, y de un modo tan perfecto, que las máquinas de aquella casa, hechas por artesanos de Guanajuato, se llevaron mas tarde a México para perfeccionar las del Apartado o establecimiento de acuñación del Rey.
Adoptadas estas y otras medidas y atento a la necesidad de propagar rápidamente la revolución en las provincias vecinas antes de comprometer el éxito en un choque con el ejército realista, Hidalgo decidió marchar sobre Valladolid, ciudad rica que aumentaría sus recursos y donde tenía numerosos amigos adictos a la causa de la independencia; así es que, dictadas sus últimas órdenes, hizo salir el 8 de octubre de 1810 para la capital de la vecina intendencia una división de tres mil hombres al mando de don José Mariano Jiménez, y el mismo, al frente del grueso del ejército, marchó dos días mas tarde siguiendo la misma dirección.
Tiempo es ya de que volvamos los ojos hacia la capital de la Nueva España para ver cual fue la actitud de la autoridad superior de la colonia ante sucesos tan ruidosos como inesperados. El recién llegado Virey Venagas, tuvo noticias de la conspiración de Querétaro pero no le alarmaron ni le hicieron dictar por lo pronto ninguna disposición vigorosa, pero uno tras otro, y sin darle tregua ni reposo, llegaron a sus manos los avisos de proclamación de la Independencia en Dolores, del gran número de gentes que seguían al cura Hidalgo, de la entrada en San Miguel el Grande, de su marcha aparente hacia Querétaro y, por último, de su entrada en Celaya. Venegas no vaciló sino el tiempo estrictamente necesario para examinar el peligro, pero convencido de que este era gravísimo adoptó una marcha vigorosa, propia de su enérgico carácter y de la dificultad misma de la situación. Quiso ante todo hacer oír su voz en el ámbito del reino dirigiendo un llamado a todos los habitantes excitándolos a la concordia y la obediencia de la autoridad en una proclama de fecha 23 de setiembre de 1810, la que termina con una serie de amenazas en su última parte, por lo que cuatro días mas tarde publicó el Virey Venegas el siguiente bando solemne, antes de acontecer la toma de Guanajuato:
DON FRANCISCO VENGAS DE SAAVEDRA, Rodríguez de Arenza, Güemes Mora, Pacheco Daza y Maldonado, Caballero de la Orden de Calatrava, Teniente General de los Reales Ejércitos, Virey, Gobernador y Capitán General de este N. E., Presidente de su Real Audiencia, Superintendente General, Subdelegado de la Real Hacienda, Minas, Azogue y Ramo del Tabaco, Juez Conservador de éste, Presidente de su Real Junta y Subdelegado general de Correos en el mismo Reino.
“Los inauditos y escandalosos atentados que han cometido y continúan cometiendo el cura de los Dolores Doctor Don Miguel Hidalgo y los capitanes del Regimiento de Dragones Provinciales de la Reina Don Ignacio Allende y Don Juan Aldama, que después de haber seducido a los incautos vecinos de dicho pueblo, los han llevado tumultuariamente y en forma de asonada, primero a la villa de San Miguel el Grande, y sucesivamente al pueblo de Chamacuero, a la ciudad de Celaya y al valle de Salamanca, haciendo en todos estos parajes la más infame ostentación de su inmoralidad y perversas costumbres; robando y saqueando las casas de los vecinos más honrados para saciar su vil codicia, y profanando con iguales insultos los claustros religiosos y los lugares mas sagrados: me han puesto en la necesidad de tomar prontas, eficaces y oportunas providencias para contenerlos y corregirlos, y de enviar tropas escogidas al cargo de jefes y oficiales de muy acreditado valor, pericia militar, fidelidad y patriotismo que sabrán arrollarlos y destruirlos con todos sus secuaces si se atreven a esperarlos y no toman antes el único recurso que les queda de una fuga precipitada para librarse del brazo terribles de la justicia, que habrá de descargar sobre ellos toda la severidad y rigor de las leyes como corresponde a la enormidad de sus delitos, no solo para imponerles el castigo que merecen como alborotadores de la tranquilidad pública, sino también para vindicar a los fidelísimos Americanos Españoles y naturales de este afortunado reino, cuya reputación, honor y lealtad inmaculada han intentado manchar osadamente queriendo aparentar una causa común contra sus amados hermanos los Europeos, y llegando hasta el sacrilegio medio de valerse de la sacrosanta imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, Patrona y Protectora de este reino, para deslumbrar a los incautos con esta apariencia religiosa, que no es otra cosa que la hipocresía mas impudente.
Y como puede suceder que arredrados de sus crímenes y espantados con la sola noticia de las tropas enviadas para perseguirlos se divaguen por otras poblaciones, haciendo iguales pillajes y atentando contra la vida de sus mismos paisanos, como lo hicieron en el citado pueblo, dando inhumana muerte a dos americanos y mutilando en San Miguel el Grande a otro, porque fieles a sus deberes no quisieron seguir su facción perversa; he tenido por oportuno que se comunique este aviso a todas las ciudades, villas, pueblos, reducciones, haciendas y rancherías de este reino para que todos se preparen contra la sorpresa de esos bandidos tumultuarios, y se dispongan a rechazarlos con la fuerza procurando su aprehensión en cualquier paraje donde pueda conseguirse: en el concepto de que a los que verificasen la de los tres principales cabecillas de la facción o les dieren muerte, que tan justamente merecen por sus horrorosos delitos, se les gratificará se les gratificará con la cantidad de diez mil pesos inmediatamente y se les atenderá con los demás premios y distinciones debidos a los restauradores del sosiego público, y en la inteligencia que se dará también igual premio y recompensa con el indulto de su complicidad a cualquiera que desgraciadamente los haya seguido en su partido faccionario, y loablemente arrepentido los entregue vivos o muertos. Y para que llegue a noticia de todos mando que, publicado por bando en esta capital, se circulen con toda prontitud y con los mismos fines los correspondientes ejemplares a los tribunales, magistrados, jefes y ministros a quienes toque su promulgación. Dado en el Real Palacio de México a 27 de setiembre de 1810.- Francisco Javier Venegas.- Por mando de su Excelencia, José Ignacio Negreiros y Soria.- Gaceta de México, número correspondiente al 28 de setiembre de 1810."
Urgíale a Venegas apresurar la salida de tropas para el interior, situando en Querétaro una fuerza respetable que al mismo tiempo cubriese esa importante ciudad y pudiera obrar oportunamente en combinación con la brigada de las tropas realistas situada en San Luis al mando del ya célebre don Félix Calleja del Rey. El 26 de setiembre salió para Querétaro toda la guarnición de la capital; nuevas tropas fueron llamadas a la capital: los regimientos provinciales de infantería de Puebla y las de Tres Villas, quedando en Orizaba el de Tlaxcala. Pero no bastando estas fuerzas, en sentir de Venegas, para asegurar la capital en presencia de una revolución que tan amenazadoramente se anunciaba, hizo venir a México la marinería de la fragata Atocha en que el mismo Virey había llegado.
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